Así que, ya puestos y como un día es un día, el festín incluyó el huevo de chocolate que acompañaba al dónut y la generosa cobertura del mismo material. Me tranquiliza saber que en las escuelas infantiles no manejan otras sustancias más adictivas, que no se trata de romper a estas alturas con principios que tanto costó aprender.
Con el cerebro en plena sobredosis de azúcar, me dio por pensar en las cosas que se hacen ‘por los niños’ y que a veces esconden motivos difíciles de identificar. Empiezo a temer que ésta sea una más de una serie de incoherencias que empiezan por las creencias que profesamos (o no) y continúan por el modelo de educación que elegimos. Mi corta experiencia me impide añadir muchas más, pero sólo estas dos ya me han dado muchos quebraderos de cabeza, y lo que nos queda.
Libre ya de los efectos del chocolate, llego a la conclusión de que a veces, al menos en mi caso, las convicciones flaquean y las certezas no son tales. Es de lo poco seguro que encuentro entre miles de dudas; eso y que voy a ‘reaprender’ a ir en bicicleta, otro de los elementos que aparté de mi vida, antes incluso que los donuts.