-¿Qué regalo le gustará a papá?- preguntó Monicaco a su hermana.
-No se me ocurre nada- dijo Piriñaca-. ¿Qué regalo se le puede hacer a un rey? Tiene de todo.
Así que estuvieron pensando durante horas en algo que el Rey Sereno pudiera necesitar, o en alguna cosa que aún no tuviera, pero no se les ocurrió nada.
-Será mejor que le preguntemos a Erudito- dijo Piriñaca.
Salieron de su habitación y fueron a la torre donde Erudito, el búho consejero, tenía su pequeña oficina, llena de papeles y libros con un montón de cosas interesantes sobre muchos temas.
-¿En qué os puedo ayudar?- les preguntó el búho de peluche.
-Necesitamos un regalo para nuestro padre- dijeron Monicaco y Piriñaca a la vez-, pero no se nos ocurre nada.
Erudito intentó encajarse las gafas en sus enormes ojos, aunque solo lo consiguió a medias, y empezó a mirar varios libros donde venían dibujos de diferentes objetos que podrían gustarle al Rey Sereno. Sin embargo, el búho se dio cuenta de que el rey ya tenía todos esos objetos.
-Me temo que no se me ocurre nada- se lamentó Erudito-. Vuestro padre tiene de todo.
Los príncipes se marcharon de la torre de Erudito, un poco tristes, porque pensaban que el consejero podría ayudarles. Esa noche la pasaron medio despiertos, dándole vueltas a la cabeza, pensando en qué podrían regalarle a su padre por su cumpleaños.
Al día siguiente su madre, la Reina Payaya, al verlos un poco tristes, les preguntó qué les pasaba.
-Mañana es el día del padre- dijo Monicaco-, y no se nos ocurre nada para regalarle.
La Reina Payaya sonrió y les dijo a sus hijos con voz dulce:
-Pero ya tenéis un regalo para él.
Los príncipes miraron a su madre un poco confundidos. Que ellos supieran aún no le habían comprado ningún regalo a su padre. Se lo dijeron a la reina.
-No se trata de algo que hayáis comprado- les dijo Payaya-. El regalo para vuestro padre sois vosotros.
-¿Nosotros?- preguntaron los príncipes a la vez.
-¡Claro!- dijo la reina-. ¿Qué mejor regalo para un padre que unos hijos tan buenos como vosotros?
Como la explicación de su madre no les había convencido, Monicaco como Piriñaca acabaron regalándole una corbata y un peine al rey, para peinar su larga melena.
El rey se alegró mucho y les agradeció a sus hijos el detalle, y cuando la Reina Payaya le contó lo que había hablado el día anterior con los príncipes, el Rey Sereno sonrió con sus enormes dientes y les dijo a sus hijos:
-Vuestra madre tiene razón. Vosotros sois el mejor regalo que un padre puede tener.
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