Desde que los aparatos electrónicos se convirtieron en elementos imprescindibles de nuestros hogares, han surgido cientos de teorías respecto a sus efectos sobre los niños, tanto en la parte de salud como en sus comportamientos y actitudes. ¿Qué hay de cierto en todo lo que se habla al respecto?
Veamos primero la parte que concierne a los celulares y la salud de los niños. Hay algo en lo que la mayoría de publicaciones coinciden: las emisiones de energía, una especie de radiación producida por las radiofrecuencias, no cabe duda que hoy todos convivimos con un ambiente que nunca antes habíamos enfrentado.
Un estudio de la American Medical Association expuso que este tipo de radiación puede causar efectos adversos en la actividad cerebral de los niños.
Por el contrario, otros estudios como el realizado en Dinamarca por The National Institute of Environmental Health Sciences (NIEHS), concluyó que el uso del celular no tiene ninguna asociación con la aparición del glioma, el meningioma o el neuroma acústico, inclusive en personas que han sido usuarios por más de 13 años continuos.
En Corea del Sur, los estudios se enfocaron más a demostrar el daño que causa el uso del celular en los ojos de los niños. Los investigadores descubrieron el aumento masivo de casos de estrabismo y miopía en menores de 17 años, algo que raramente se daba en el país oriental.
El informe concluyó que los niños que pasan entre 4 y 8 horas diarias frente a un aparato electrónico, tienen mayor posibilidad de desarrollar miopía.
Podemos ver que cada año surgen diferentes estudios y posiciones, sin embargo, lo cierto es que los niños, en especial los menores de 5 años no se pueden evaluar de la misma manera en estos casos, es claro que los niños pequeños son más vulnerables ante cualquier tipo de efecto y es nuestra obligación protegerlos y limitar su relación con estos dispositivos.
El celular como factor social
Además de la parte médica y científica, está comprobado que los niños desarrollan una mayor necesidad por el uso de aparatos electrónicos, esto les genera distracción, retraimiento, comportamientos inadecuados, acceso a información inapropiada para su edad y dependencia de juegos y aplicaciones.
No todo lo que genera el uso del celular o dispositivos eletrónicos es negativo, también ayuda al desarrollo de habilidades en los niños: apropiación de las tecnologías, manejo avanzado del lenguaje, facilidad para la escritura, el diseño, la fotografía. Desde ese punto de vista, el correcto uso de estos dispositivos podría ser beneficioso.
Ante lo difícil que resulta regular su uso, aparatos electrónicos y niños deberían mantener cierta distancia. pero eso es algo que en estos días se vuelve casi inmanejable y quienes se arriesgan a tomar medidas restrictivas se exponen a ser vistos como retrógrados, ultra conservadores o faltos de autoridad por no saber controlar la situación.
Los mismos niños pueden sentir la presión de observar a sus pares y convivir con aquellos que si tienen acceso a estos dispositivos, esta situación en etapas tempranas puede ser un generador de discriminación, de diferencia e insatisfacción por parte de los menores.
Como sucedió décadas atrás con los televisores, los sistemas de audio, los computadores y las consolas de videojuegos, lo ideal sería llegar a acuerdos para limitar su uso, permitir su acercamiento, dejar que los niños los conozcan y se familiaricen con ellos pero teniendo claro que existen unas normas de uso.
Así como aprendimos a convivir con los dispositivos previamente citados, es posible hacerlo con los celulares y tabletas. La mayor dificultad radica en la poca disciplina que la mayoría de adultos tenemos frente al uso de los mismos.
Dar el ejemplo
Si por cuestiones laborales o sociales, no podemos desprendernos de nuestros aparatos eletrónicos, le estaremos dando un mensaje claro a nuestros niños de la dependencia que tenemos de estos dispositivos. Utilizarlos mientras dialogamos, observamos un programa de tv, conducimos o cenamos, será nuestra condena al momento de querer regular su uso por parte de los pequeños.
La autodisciplina debe empezar por nosotros, la mejor forma de lograr crear buenos hábitos y mantener una convivencia adecuada con las nuevas tecnologías es controlando los momentos y espacios para su uso.
En muchas ocasiones el estar pendiente de un sin número de aplicaciones como whatsapp, Facebook, Twitter, Skype, Instagram, etc. Hace que perdamos la noción del tiempo y el espacio en el que nos encontramos, haciendo normal que cada miembro de la familia esté en el mismo lugar pero totalmente apartado del otro por fijar su atención en el dispositivo móvil.
Las normas deben empezar por la casa, solo con nuestras acciones podemos lograr que los niños desvíen su atención hacía un universo de posibilidades, en especial si hablamos de la primera infancia en donde cualquier elemento, por sencillo que sea, es todo un descubrimiento.
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