Tu esposo(a), el padre o la madre de tu hijo, se enamoró de otra(o). Sufriste mucho, el matrimonio se acabó. El por supuesto se fue a vivir con esa otra y para colmo tiene un hijo también con ella (él).
Sobrellevas el dolor, en el mejor de los casos buscas apoyo terapéutico, creces. Cambias, te vuelves a enamorar y te das cuenta que lo que queda por delante es esperanza.
Tu hijo tiene un(a) hermano(a), y lo primero que debes concientizar es que esa criatura es inocente.
¿Cómo sobrellevar la situación sin dejar a un lado los aspectos éticos? Hacer una fiesta, criar en tribu ¿Cómo si nada? Tienes el temor de que si excluyes, tu hijo sufra, y si incluyes, como si nada hubiese pasado, se grabe el mensaje: mentir como que no es tan malo.
El apoyo emocional es invalorable. Buscar las herramientas para hablar con la verdad sin juicios ni malas intenciones, ni rabias y dolores es muy sanador.
“Suceden cosas, hay cambios en la vida, que pueden gustarnos o no. Papá y mamá son felices por ser tus padres pero como pareja no éramos tan felices y es nuestra responsabilidad. Tú, eres inocente. Papá tiene una nueva pareja y ahora tienes un hermano(a)”
Para poder decir esto tienes que estar preparada(o). Si aún tienes rabia, tu hijo(a) lo va a percibir. “Si mamá o a papá le duele, no es tan bueno ese hermano ni esa madrastra”. Puede sentir culpa por sentirse amado por “la otra”, por ser feliz cuando pasa unos días con ellos. Es esencial el tratamiento, el conectarte a tus fortalezas, liberar tus angustias, temores y molestias antes de dar el paso de incluirte en la escena.
Cuando pasen las molestias, ya no será el hijo del otro o de la otra. Será su hermano(a) simplemente.
Fuiste la primera o el primero en la vida de tu pareja. Y esa otra es la segunda en órdenes del amor. Ella no hubiese estado sin ti y tu no hubieses rehecho tu vida sin ella. Se trata de incluir, honrar, comprender que hay algo más grande que lo mueve todo. Y que el Amor sana cualquier herida.
Mirar, liberar, asentir, integrar, sanar. Abrir tu corazón. Cuando sueltas y liberas, te perdonas, perdonas a los otros y puedes modelar conductas coherentes.
Es importante que sepas que esto no se logra de un día para otro. Dar un paso sin haber hecho consciente tus dolores, tus rabias y pretender que la herida cicatrizó no es aconsejable porque cualquier tropiezo la activará y puedes iniciar una guerra muy desgastante para todos. Es posible que con todas tus mejores intenciones ocurra y como la vida continúa sin que logremos tanta perfección, te veas en esta situación. Que estés alerta y puedas mirarlo en ti y hacer las correcciones necesarias es siempre la salida.
Ten a tu propio niñita o niñito herido interno en resguardo y en el lugar adecuado. Revisa desde que energía estás actuando. El adulto se hace responsable de sus molestias, el niñito enojado va a patalear, a gritar y no va a procurar una crianza feliz con el hijo de la “otra” o el hijo del “otro”.
Una dosis de “ubicación” es otro ingrediente. No son una familia como las que dicta la sociedad. Son lo que en países como Brasil los expertos llaman familias reconstruídas. Reconstruídas, en combo, como quieras llamar, esta es tu familia y todos pertenecen. No harán los almuerzos de los domingos juntos, ni irán codo a codo , pero si alivianas tu energía, tu hijo sentirá una brisa fresca en su alma. Ya no habrá guerra, solo una familia diferente, pero feliz.
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