Estoy rozando las 29 semanas de embarazo y aunque me considero una persona aplicada a la que no se le suelen acumular las tareas, esta ocasión está siendo una excepción.
Que sucedan varias cosas buenas a la vez (que deseas desde hace tiempo) supone el doble de alegría, pero también supone más trabajo de organización y mentalización. Un nuevo Madrid y la llegada de un precioso bebé a la vez no son moco de pavo.
Al enterarnos, hemos avanzado con cuidado. Tanto, que a veces el movimiento apenas se apreciaba. Prácticamente congelados mientras los días, semanas y meses transcurrían. Nuestro proceso interior pedía que siguiéramos agazapados mientras el mundo continuaba su desenfrenado ritmo, que no era el nuestro. Pasos de tortuga que me han llevado a despertarme hoy de ese ensoñamiento de prudencia y pavor que me ha protegido durante seis meses y medio.
Pero resulta que abril se acerca a pasos agigantados y esta mañana he decidido hablar abiertamente de ello porque el miedo ya no puede retener más a la ilusión y a la responsabilidad de afrontar este acontecimiento.
Bueno, en realidad este DESPERTAR lo comenzamos juntos hará un mes y algo cuando escuchábamos los consejos y las experiencias de padres que querían introducirnos en el tema. Por mucha atención que poníamos, nosotros no nos hacíamos. No nos veíamos. Porque para ayudar a alguien que no sabe nada de la paternidad y maternidad hay que partir de la nada más absoluta para que algo empiece a retenerse en la cabeza.
Por un lado estaba toda esa complicadísima logística de productos, instrumentos y nombres de prendas de ropa que reconozco que jamás me había molestado en aprender que soltaban con soltura mientras nosotros poníamos cara de póker. Por otro las recomendaciones e indicaciones personales que cada uno nos hacía de cómo proceder en las millones de situaciones en las que nos aseguraban nos veríamos. Cuidados, educación, rutinas, decoración y más...
Y seguíamos sin vernos.
Y aunque es cierto que nadie nace sabiendo, que comprendíamos que esto de ser papá y mamá se aprende siéndolo, reconozco que estábamos un pelín saturados y confundidos de tantas opiniones, formas de proceder diversas que en realidad lo único que hacían era acrecentar más y más nuestro aturdimiento.
Entonces recordé que una vez un amigo nos habló de un libro un poco distinto que trataba el tema desde un punto tan tan objetivo que casi resultaba gracioso. Una auténtica guía para dummies como si de un aparato electrónico se tratara pero enfocado al mundo de los bebés.
Decidimos comprar dos ejemplares, como si de un libro de texto se tratara, para que cada uno leyera, subrayara y se hiciera con el suyo propio. Así nos introduciríamos individualmente pero a la vez en el tema, comentando los capítulos más curiosos o poniendo en común nuestras dudas. Primero lejos de las experiencias del resto, para irnos acercando poco a poco con algo más de conocimiento a lo que los otros contaban.
Luego han llegado más libros, el curso preparto y más investigaciones sobre temas concretos. Pero creo que gracias a haber enfocado todo esto de esta manera estamos creando desde un principio nuestra propia hoja de ruta para inaugurar esta historia de 4 (con Sam ya somos 3).
Hemos decidido no seguir al dedillo y sin pensar las recomendaciones más brillantes que se nos planteen sin antes interiorizar nuestra propia opinión tras una experiencia propia. No supone no tener en cuenta o no valorar los consejos de otros, es simplemente probar por nosotros mismos. Probar a tropezar en el día a día para que ese aprendizaje sea más de verdad.
Es la manera que tenemos de no perdernos nada de todo esto que va a suceder y que como en una novela de Agatha Christie, que por favor nadie nos desvele cuál de todos los sospechosos es el asesino...