Se han empleado diversos términos (mononucleosis infecciosa, infección crónica por el virus de Epstein-Barr, encefalomielitis miálgica y síndrome de disfunción inmunitaria) para aludir a un síndrome de fatigabilidad infrecuente asociado con síntomas somáticos leves o debilitantes. Este síndrome fue descrito en 1988 como un síndrome de fatiga crónica (SFC) debido a que el síntoma principal y constante es un profundo cansancio, que se acompaña de otros síntomas físicos y de un deterioro funcional grave. La fatiga es infrecuente porque no requiere esfuerzo por parte del paciente y el descanso no la alivia.
La definición actual se elaboró en 2003 para excluir las causas psiquiátricas. El SFC es una enfermedad compleja. No es una enfermedad nueva ni el resultado del reconocimiento actual de enfermedades clínicas que antes pasaban desapercibidas y tampoco se debe a un microorganismo concreto, aunque en el diagnóstico diferencial se incluyen muchos procesos infecciosos e inflamatorios. No se trata de una enfermedad única con anomalías fisiológicas o anatomopatológicas constantes, sino que es una vivencia subjetiva de síntomas, que se produce con diversos trastornos clínicos de causa somática, psicológica o mixta. Los conocimientos que se tienen en este momento sobre la enfermedad derivan en gran medida de los estudios realizados en adultos y adolescentes y existen muy pocos datos acerca del síndrome de fatiga crónica en niños pequeños.
A que se debe el síndrome de fatiga crónica
Se desconoce la causa del síndrome de fatiga crónica. No se dispone de datos que confirmen la hipótesis de una infección por un virus conocido o nuevo como causa principal de los síntomas de este síndrome. Algunos pacientes relacionan la aparición de sus síntomas con antecedentes de una infección de tipo viral, como la mononucleosis infecciosa o la gripe.
En muchos casos, los síntomas subyacentes de depresión, como agotamiento, falta de energía e interés e incapacidad para concentrarse, surgen o se agravan por la debilidad asociada a menudo a la convalecencia de una enfermedad infecciosa sistémica, lo que determina un cansancio debilitante. Se conoce bien el agotamiento persistente y los síntomas coherentes con SFC tras muchas infecciones primarias, sobre todo en los casos de mononucleosis infecciosa y gripe. Se producen en hasta un 10% de las personas.
En pacientes vulnerables, estos síntomas de cansancio y agotamiento pueden persistir durante meses o años y se pueden acompañar de signos depresivos. La enfermedad prolongada tras la mononucleosis infecciosa no puede predecirse por el control de la viremia, una respuesta alterada del huésped a la infección por el virus de Epstein-Barr, la personalidad o trastornos psicológicos (depresión).
La mitad de los pacientes adultos y adolescentes con SFC cumple criterios de trastornos psiquiátricos comórbidos; sobre todo, ansiedad y depresión. Los pacientes con SFC presentan mayores tasas de somatización y mayores puntuaciones de ansiedad. La personalidad no afecta a la predisposición, precipitación o perpetuación de la fatiga crónica. Hay una fuerte correlación en los pacientes con SFC entre las molestias subjetivas de fatiga mental y los signos objetivos de alteración cognitiva, lo que sugiere que la fatiga mental es un componente importante de la disfunción cognitiva relacionada con SFC.
En algunos pacientes con síndrome de fatiga crónica se han observado síndromes de disfunción circulatoria con intolerancia ortostática, que incluye hipotensión de origen neurológico, hipotensión ortostática inmediata y síndrome de taquicardia postural. No obstante, estos hallazgos no se han encontrado en los estudios poblacionales.
Se desconoce la fisiopatología de estas manifestaciones. El origen puede ser tan sencillo como un problema con el volumen vascular funcional o tan completo como un control del flujo sanguíneo cerebral y la variabilidad de la frecuencia cardíaca.
Síntomas de síndrome de fatiga crónica
Los síntomas dominantes del síndrome de fatiga crónica incluyen fatiga que contribuye a la pérdida de actividad, a problemas cognitivos, a un sueño no reparador, a dolor y a un aumento del nivel de enfermedad tras la actividad física o mental. La fatiga como síntoma no debe descartarse como un problema menor; deben considerarse las consecuencias de la fatiga y los síntomas acompañantes.
Aunque la percepción del síntoma principal (cansancio) es subjetiva, la presencia y la magnitud de la alteración, así como la cantidad y la magnitud de los síntomas asociados, pueden medirse.
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El síndrome se caracteriza por fatiga que dura más de 6 meses y se asocia con alteración importante del rendimiento laboral o escolar, las actividades de la vida diaria y las relaciones interpersonales. El cansancio se suele manifestar con lasitud, agotamiento profundo, intolerancia al esfuerzo con fatigabilidad fácil y malestar general. Es frecuente el sueño nocturno no reparador, pero no se suelen producir alteraciones del sueño frecuentes. La fatiga crónica se acompaña de mialgias y artralgias. La aparición de cefalea, odinofagia y linfadenopatías dolorosas es infrecuente pero sigue incluyéndose como síntomas para el diagnóstico
Los problemas cognitivos y un aumento de la magnitud de los síntomas sindrómicos tras la actividad física o mental completan los requisitos para la definición. El SFC puede confundirse con trastornos psiquiátricos fácilmente identificables. La aparición de otros síntomas físicos (palpitaciones, visión borrosa, náuseas, vértigo, parestesias, sequedad ocular y de boca, diarrea, tos, sudores nocturnos y exantema) sugiere un diagnóstico distinto al de SFC. No es frecuente la pérdida de peso como la de las infecciones crónicas o enfermedades inflamatorias.
Los pacientes diagnosticados de síndrome de fatiga crónica en las consultas de atención primaria comunican que sus síntomas aparecieron de forma abrupta, a menudo como parte de una enfermedad de tipo viral con febrícula, odinofagia y tos. En los estudios poblacionales, los pacientes describen un inicio gradual de la enfermedad. Parece que los síntomas en los adolescentes son semejantes a los de los adultos. El absentismo escolar es un problema destacado: dos tercios faltan más de 2 semanas y un tercio necesita un tutor a domicilio. La resolución de los síntomas, sobre todo si el inicio sigue a una infección, como es frecuente en adolescentes y adultos, suele producirse a los 2 años del inicio de la enfermedad.
Tratamiento
El desarrollo de un tratamiento definitivo de este síndrome espera la identificación de las causas de los síntomas. No se recomiendan tratamientos farmacológicos específicos. El tratamiento cognitivo conductual y la terapia con ejercicio gradual son las únicas medidas que han tenido éxito.
El tratamiento cognitivo conductual debe centrarse en cambiar la mentalidad y la conducta relacionadas con la enfermedad mediante la explicación, en aprender a enfrentarse a los síntomas relacionados con la fatiga y a cambiar la mentalidad, en desarrollar habilidades para sobrellevarlo, en el apoyo emocional de los pacientes y sus familias, en el alivio de los síntomas y la reducción al mínimo de las pruebas diagnósticas o tratamientos innecesarios y que sólo causan confusión. Debe prestarse una especial atención a identificar y a tratar específicamente los trastornos y las alteraciones del sueño. Las intervenciones psiquiátricas y psicológicas forman parte
El retorno al colegio debe ser gradual, pero sistemático, hasta recuperar una socialización y escolarización normales. Como alternativa temporal se puede recurrir a un tutor a domicilio. Los pacientes y sus familias deben comprender que no existen pruebas de que la actividad cause daño permanente al paciente con fatiga crónica.
Pronóstico
La evolución clínica de este cuadro de síndrome de fatiga crónica es muy variable y presenta una duración media de 3-9 años. Se debe informar al paciente de que los síntomas pueden aparecer y desaparecer. La preocupación de volver al estado de actividad previo a la enfermedad puede en realidad prolongar la enfermedad y no debería ser una meta a corto plazo. Alrededor del 75% de los pacientes cuya enfermedad comenzó como una infección se recupera bastante al cabo de 2 años después del inicio, aunque pueden producirse exacerbaciones y recaídas.
Tener un mejor pronóstico, ya que la evolución es ondulante y se puede producir una recuperación notable o incluso la recuperación completa a los 1-4 años del diagnóstico, con un buen resultado funcional en el 80% de los casos. Los factores de mal pronóstico comprenden el absentismo escolar, el nivel socioeconómico bajo, los problemas de salud crónicos en la madre y los trastornos psiquiátricos coexistentes no tratados en el paciente o la familia. No incrementa el riesgo de cáncer, enfermedad autoinmunitaria, esclerosis múltiple, infecciones oportunistas u otras complicaciones. Sin embargo, si no se detecta la presencia de depresión, ésta puede conducir a lesiones o muerte autoinfligidas.
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