Debo confesar que el cuidado de la piel a los cuarenta, que es la década en la que (felizmente) me encuentro, es una de mis asignatura pendientes. Me declaro un pelín desastre para ello, principalmente con la piel de la cara, que al fin y al cabo es la que más debería mimar. Y ahora que entro en una etapa delicada en la que se empieza notar el paso de los años, me arrepiento un poco (mucho) de no haber sido todo lo cuidadosa que debiera. Sin embargo, no ha sido lo mismo con respecto a la piel del resto del cuerpo. No es que haya sido especialmente cuidadosa, pero es verdad que le he prestado más antención. En realidad tampoco mucha más, siento honesta, pero digamos que la piel de la cara es más delicada, está más expuesta y merece más cuidado. Me ha sido relativamente fácil mantener la costumbre de hidratal mi piel al salir de la ducha, la tengo muy seca y odio la sensación de tirantez y que la piel se vea seca y escamada, así que siempre, salvo excepciones, he sido de darme crema hidrantante. Es verdad que durante muchos años lo hacía solo en las piernas y a veces en los brazos, especialmente en verano, pero con mi primer embarazo, y con el miedo a las posibles estrías, me acostumbré a seguir un tratamiento corporal básico, darme crema hidrantate en todo el cuerpo, y crema específica en la barriga. Por suerte , soy de piel agradecida y, a pesar de tres embarazos y casi 11 años de lactancia materna, mi piel no se ha resentido. También uso crema hidratante facial desde ya ni me acuedo. Pero, sinceramente, nunca he sido disciplinada con el cuidado de la piel de la cara porque me da muchísima pereza, y se que no debería ser así. Mi rutina de cuidado se ha limitado a echarme una crema hidratante random, barata ser posible, una vez al día después de lavarme la cara por la mañana. Pero soy consciente que el cuidado de la piel los cuarenta y pocos que me van cayendo debería ser un must en mi vida, por mi bien, Soy un desastre porque, teniendo varios productos de cuidado facial de Douglas (y alguno de ellos bastante buenos) para desmaquillarme, tonifiarme, exfoliarme y todos los -arme para poder mantener una rutina diaria (de esas cosillas que picas por curiosidad cuando vas al supermercado), los pobres se mueren del aburrimiento esperando a ser usados. Hago lo típico, ya sabes, el día que me da por comprar un producto nuevo o por decir venga, a partir de hoy empiezo a cuidarme, lo cojo con muchas ganas. Luego ya que si me pilla el toro por la mañana, que si qué pereza por la noche, o directamente me olvido. El caso es que esta vez sí que quiero tomármelo en serio, porque se me va notando el paso de los años y ya he dejado de hacer durante mucho tiempo. No es que me guste lo que veo, tampoco es eso, pero creo que puedo hacer algo más por mi piel, y que me lo agradecerá. Y, al igual que he conseguido mantener una rutina de ejercicio habitual que, si bien no estoy para ir a las próximas olimpiadas, al menos me siento más ágil, activa y menos oxidada (hasta me he aficionado al yoga, con lo que yo era), creo que si de verdad me lo propongo puedo llegar a mantener una rutina de autocuidado diario y mimar un poco más mi piel. No me molestan especialmente las pequeñas arrugas que me van saliendo, quiero pensar que son más de felicidad y de sonreir que de hacerme mayor (ojo, que a mis cuarenta y me veo mucho mejor que con veinte, y para atrás ni para coger carrerilla). Y, aunque a veces me doy cuenta de que mis párpados algo caídos revelan que ya no soy una chiquilla, me alegro de que puedo serguir mirándome al espejo porque estoy viva y sana, otras a mi edad lamentablemente no han podido contarlo. Así que esa es mi idea, asumir que la edad a veces deja más huella de la que quisiera, abrazar esos signos de la experiencia en mi piel y quererme como soy, con mis virtudes y mis defectos, pero poner un poquitito más de mi parte cuidado de la piel a los cuarenta y pocos que tengo, que los años mozos no vuelven. Porque cuidar la salud en todos los aspectos posibles siempre hace bien.
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