La familia es el principal contexto de la crianza de un menor, se desarrollan vínculos afectivos con una carga emocional importante, el cuidado de los menores reside en la responsabilidad de los adultos, se adquieren las primeras habilidades sociales, comunicativas, normas, límites, valores, etc.
No existe un único modelo de familia, con el paso del tiempo se han producido variaciones principalmente en cuanto a la estructura y la composición. Pueden variar de unas a otras y ninguna garantiza que una sea mejor que la otra (familias monoparentales, uniones sin vinculo legal, adopciones…)
La familia es el lugar donde comienza el desarrollo de la persona.
En algunas ocasiones los menores sufren una exposición a conflictos interparentales, lo que altera el desarrollo del menor (problemas emocionales y de conducta) y la posibilidad de que curse generalmente con patología psicosomática.
Las disputas no se quedan en un momento en el tiempo, para un hijo genera incertidumbre y desasosiego. Es observador directo de como las dos figuras más importantes que tiene como referencia y con una fuerte vinculación emocional, se alejan y se pueden separar.
¿Cómo afecta la separación al menor?
Se tiende a pensar que el motivo de la separación es lo que altera al menor. Se nos olvida que previamente a la ruptura, los conflictos, la tensión y las amenazas han estado presentes, siendo incluso más destructivo que el propio hecho de separarse.
Las consecuencias en la separación van a estar muy relacionadas en como es el contexto cuando se produce la ruptura familiar (violencia, muto acuerdo, económica, infidelidad, ausencia de sentimientos…), en cómo se mantiene la posterior relación, que muchas veces genera mayor malestar y problemática por como los progenitores lo abordan, así como los cambios que se suceden en el hogar, colegio, amistades, familia…
Desacuerdos parentales por la custodia genera un conflicto interno en el menor, en muchos casos se alarga durante años lo que hace que influye en la adquisición de las habilidades básicas de relación y emoción.
No solo tienen que lidiar con la separación de sus padres, si no con el conflicto que se genera entre ellos tras la separación.
En algunos casos este conflicto puede ser observado por el menor de forma directa, con descalificaciones, burlas, desprecio de un progenitor a otro, pero también puede llegar a él de forma encubierta al utilizarle como mensajero, intentar convencer al menor de que la postura de un progenitor es mejor que la del otro, querer buscar información del otro progenitor a través del menor…
Algunas consecuencias del conflicto sobre la salud del menor
Estos menores sufren un nivel alto de estrés, que en la mayoría de los casos repercute en problemas de salud mental (ansiedad, depresión…) y fisiológico (enuresis, sueño, alimentación…), dependiendo de las características del menor y otros factores mediadores la problemática se presentará en menor o mayor intensidad.
Sienten impotencia porque no saben como resolver el conflicto cuando sus padres pelean, y frecuentemente sienten que la culpa la tienen ellos; tanto si los padres permanecen juntos, como si los padres se encuentran divorciados o separados.
Existen estudios que indican que en la edad adulta este tipo de vivencias pueden generar en la persona efectos en la salud.
El vinculo padre-hijo y madre-hijo nunca desaparece, el hecho de separar al menor de uno de los progenitores no favorece el proceso de adaptación al menor (salvo excepciones, si el menor está en riesgo).
¿Cómo se pueden relacionar los progenitores después de la separación?
Ex parejas que comparten responsabilidades en la educación, desarrollan actividades en común, mantiene una comunicación fluida, adoptan decisiones consensuadas, colaboran… Permiten que el menor perciba seguridad, tranquilidad y libre de culpabilidad.
Ex cónyuges que respetan los criterios del otro, le defienden, pero no se meten ni critican las actitudes del otro, se rigen por lo consensuado y tiene la comunicación necesaria en base a lo acordado. El menor percibe distancia.
Hay progenitores que discuten por la pensión, visitas, horarios, actividades, permisión… intentando hacer participe a los hijos de la situación directa o indirectamente, forzando a que se impliquen y se posicionen.
Esto genera culpa, irritación, cohibición, tensión y represión de sentimientos hacia uno u otro progenitor. En la adolescencia se observa que estos menores se aprovechan de la relación destructiva que mantienen sus padres para sacar beneficio propio.
Existen ex parejas que no pueden tener ningún tipo de comunicación, no soportan el tener que mantener una relación con el otro, son constantes las faltas de respeto hacia el otro o su familia…
Esta situación ocasiona que el progenitor se aleje del menor, no cumpliendo con su responsabilidad por la mala relación existente, bien porque se ve obligado o porque lo haga voluntariamente. Para el menor se puede presentar como una figura de anhelo o abandono.
¿Qué tenemos que tener en cuenta?
La salud psicológica de un menor va a estar más ligada a los conflictos presentes en el hogar y no al hecho de separarse, así como en la relación posterior que mantengan los progenitores si se produce dicha separación.
Es por ello que para proteger el desarrollo del un menor tenemos que mantenerle al margen de nuestras diferencias y conflictos como adultos, porque se generan sentimientos en ellos que no comprenden y los hacen sufrir.