Se puede tener una formación excepcional en materiales Montessori, un máster en neurociencia y 20 años de experiencia educativa pero si no se sabe acompañar adecuadamente, de nada servirá todo lo anterior. En la escuela donde trabajo, este año se hizo una formación en acompañamiento respetuoso antes del inicio de las clases, me parece que esta debe ser la base fundamental para el trato con niños.
Así como hacemos un cambio de mirada en la manera en la que veníamos entendiendo la educación, también debemos hacer un cambio de mirada acerca del rol que venían desempeñando los adultos dentro de las aulas porque, para empezar, ya no hay aulas y para continuar, los contenidos a estudiar vienen marcados por el propio alumno y no por un condicionante externo.
El cambio de rol del educador/a
El maestro pasa de ser de la pieza central dentro del aula de una escuela, el poseedor de todo conocimiento, el que dirige toda la acción que se desarrolla en este contexto, a ser un acompañante de los procesos de aprendizaje que se desarrollan en el espacio, un observador directo sobre todo aquello que acontece, un adulto que ofrece seguridad, respeto y empatía. El maestro deja de ser maestro y pasa a convertirse en aprendiz.
Algunos compañeros de profesión piensan que en esta manera de educación el maestro pasa de hacer mucho a no hacer nada más que mirar. Según mi propia experiencia personal, desde que he empezado a trabajar con espacios preparados, más de un compañero ha confesado sentirse mucho más cansado trabajando de esta manera a como trabajaba anteriormente. ¡Y es que hay mucho que hacer!
En primer lugar, el adulto se convierte en un experto preparador de espacios.
La importancia de preparar los espacios
El espacio con el cual se encuentran los niños ha sido minuciosamente analizado, organizado y desmenuzado para que atienda toda una serie de condicionantes (relajado, seguro, continente de las competencias curriculares que queramos abordar, que atienda a toda una diversidad de ritmos de aprendizaje, edades y maneras de abordar los contenidos, etc).
Este espacio tiene que ser evaluado y sometido a constante revisión para certificar que los objetivos que pretendemos se estén llevando a cabo correctamente.
A veces no das con la fórmula perfecta hasta después de varios intentos.
A principios de este curso un niño de 3 años se acercó a una de las acompañantes y le dijo:¿por qué cambian todo el tiempo las cosas?”. Lo ideal es poder encontrar la fórmula sin necesidad de tanto cambio pero en los inicios esto es habitual, es lo que tiene ser un inexperto en la materia y aprender desde la propia experiencia.
El adulto es un acompañante
Asiste los procesos de aprendizaje que se dan en cada uno de los niños, sea cual sea su edad, su necesidad, interés o ritmo de aprendizaje y los acompaña con respeto y con individualidad.
En varias ocasiones me han preguntado si la organización del espacio en ambientes preparados y la práctica adecuada de la educación activa atiende a la diversidad y a las posibles necesidades educativas especiales que pueda requerir un alumno y yo respondo que no hay mejor escenario posible que el que se pueda ofrecer con este tipo de actuación educativa ya que se atienden las necesidades de manera individual sin atender a la edad o la etapa educativa a la cual corresponda, sin tener en cuenta el nivel normal que debería tener según su edad.
El adulto confía
El adulto confía en los niños que tiene frente a él, es conocedor de las etapas de desarrollo y sabe que todo va a acontecer a su debido tiempo, sin necesidad de tener que adelantar contenidos por si acaso ni de reforzar otros también por si acaso.
Así como la semilla contiene todo lo necesario para llegar a ser árbol, si se le proporciona un ambiente adecuado y alimento (luz y agua), el niño está predispuesto a aprender y a llegar a ser un adulto con plenas facultades si se le ofrece todo aquello que necesita para crecer.
Sin expectativas previas
El adulto no proyecta expectativas en los niños que tiene a su cuidado, no espera nada de ellos, tan solo acompaña, ayuda y prepara todo aquello que es necesario para su evolución.
Cambia el centro de atención
El adulto no es el centro de atención, este papel es desempeñado por el espacio, los materiales y las propuestas de aprendizaje, sino que se integra en el espacio con el fin de no obstaculizar, no imponer con ninguna actitud física o corporal y poder tener un campo de observación amplio.
El adulto interactúa, no interviene
La actitud del adulto no es interventiva. El adulto interactúa desde 3 planos distintos:
Tercer plano, es la actitud a través de la cual el adulto se mimetiza con el ambiente y observa todo aquello que acontece en su espacio. En este plano observamos cómo interactúan los alumnos con los materiales, entre ellos, qué materiales utilizan, cuales no, qué necesidades e intereses tienen, etc.
Segundo plano. En este plano nos situamos si observamos alguna tensión en el ambiente o algún conflicto. Centramos nuestra atención en el conflicto para interceder llegado el caso o para evitar alguna posible agresión.
Primer plano. Nos situamos en este plano cuando ocurre un conflicto y/o agresión que necesita de nuestra intervención y acompañamiento directo para resolverlo.
Por el momento eso es todo, ¡nos seguimos leyendo el mes que viene!
No tengáis miedo, cada semilla sabe cómo ha de llegar a ser flor.
Turquesa