Hablando de todo esto con unos compañeros de los que me separan bastantes años, noto la agradable sensación de apertura al mundo, pero sobre todo me sorprende el sentimiento de estar escuchando relatos de historias ya vividas, eso que siempre se ha definido como ‘estar de vuelta’.
Por diferentes razones, casi nunca me he sentido muy cómoda en mi momento vital. Prueba de ello es que ‘de vuelta de todo’ y aquellos que parecían estarlo me parecían lo más atrayente cuando tantos charcos me quedaban por pisar. Tras bastante tiempo a resguardo de tormentas, llega el momento que deseé y como siempre me pilla con el pie cambiado.
Hablo poco después con alguien a quien quiero mucho y veo poco. Llega con un amor nuevo, dudas, esperanzas y primeras veces que no lo son tanto, pero sí. Vuelve a sorprenderme mi ceguera ante la verdad engañosa de la vida, el temblor que habías olvidado y de repente borra todo lo anterior para hacer cada día único y emocionante. Puedes tener quince años o setenta; si eres capaz de liberarte de los miedos, puede ser tan intenso como la primera vez. Decido que si esto acaba en boda no me la pierdo aunque haya que cruzar el océano, y que por suerte lo único que está de vuelta, aunque no pare de llover, es la primavera.