Por lo general me emociono con la mínima ñoñada.
Pero es que no lo puedo evitar…
Hay algo en la Navidad que me descontrola el lagrimal.
Hace tiempo decía que no me gustaban estas fiestas, que me ponen triste…
Pero ya he descubierto que no es eso:
¡Son las hormonas navideñas!
Lo sé porque es lo mismo que pasa con los embarazos. Están dentro de ti y son incontrolables:
Empiezan a revolucionarse en Noviembre, cuando una tarde cualquiera me encuentro con la primera de muchas pelis “destrozacorazones” con milagro navideño final.
Siguen con los primeros acordes de villancicos al estilo Mr. Buble, que me ponen un nudo en la garganta.
Con los anuncios de turrón siempre se empeñan en Volver.
Se alteran con el soniquete de los niños de San Ildefonso cantando los números de la lotería, y la emoción de los ganadores a los que permitirá “tapar algún agujero”.
Hoy se han vuelto locas viendo a Emma cantar sus “Tres pastelitos“, por primera vez, en el escenario del salón de actos.
Serán un despropósito en las comidas familiares, siempre teñidas de algún recuerdo que encoge el corazón.
Saldrán a borbotones cuando el pequeñín de Love Actually salga detrás de su chica al avión.
Y se desmadrarán mientras intento no atragantarme con las uvas, en ese último instante del año que mi mente utiliza de balanza y lanzadera de deseos para el próximo año….
Así que, si al cruzarme contigo, me ves melancólica, con los ojos brillantes, no te preocupes.
No estoy triste:
Son las hormonas de la Navidad
¡Felices fiestas a todos!
Y recuerda, para protestas, reclamaciones o quejas, o palabras bonitas de esas que tanto nos gustan, llama al #555 o, mejor, déjanos aquí tus comentarios ;)
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