"Lo que te contaron mientras pensabas que serías madre un día"
Desde pequeñitas nos venden la maternidad de una manera demasiado bucólica e irreal, provocando así que cuando llega el momento de vivirla realmente nos demos de bruces con la realidad y nos sintamos, cuanto menos, confundidas.
Desde las revistas, los libros, las películas, los programas de televisión e incluso los relatos de conocidos y extraños, nos llegan imágenes de alegría y alborozo sobre el embarazo, relatos de partos maravillosos e idílicos, fotografías de mamás estupendas a la salida del hospital y cuentos sobre niños que duermen 8 horas del tirón desde el primer día, que comen estupendamente y que no lloran nunca.
Entonces vas tu y te quedas embarazada y sí, es cierto, la alegría nos invade, la ilusión nos hace flotar en una nube de algodón?
Pero también aparece el miedo del que nadie te ha comentado nada:
* A que algo vaya mal durante el embarazo o el parto
* A que tu bebe nazca sano
* Miedo al dolor del parto
* A la nueva vida que se nos presenta,
* Al cambio,
* A la nueva responsabilidad
* A tu nuevo rol...
¿ Y que pasa con las dudas?
Esas que nadie se acordó de mencionar:
* ¿seré buena madre?
* ¿Querré tanto a mi hijo/a como se supone que debo quererle?
* ¿Seguirá mi pareja funcionando como hasta ahora?
* ¿Podré con todo?
* ¿Volveré a ser la misma de antes?
¿ Y que decir de los malestares ?
Esos malestares tan típicos y entrañables que muestran las películas, pero con los que tu te sientes morir, las nauseas no te dejan comer ni hacer vida social, ni siquiera ver una triste película ni apenas descansar.
El sueño es demoledor, sobre todo cuando se junta con el síntoma anterior.
El pecho hipersensible que aumenta de talla sin pedir permiso y que duele hasta cuando te das la vuelta en la cama.
Pero se pasan y te sientes
No bajes la guardia por que pronto aparecerán los ardores, la pesadez, el dolor de espalda, las jaquecas?
¿Y que decir de las maravillosas pataditas?
Pues que ciertamente lo son, si, pero a veces... ¡¡¡duelen!!!
Claro esto también se le olvido a la gente contártelo.
Y por fin, llega el feliz día en el que tu ropa no te cabe y decides ilusionada ir de tiendas a comprar, por fin, ¡¡ropa premamá!!
Que ilusión? en los catálogos y revistas las modelos están preciosas, simpáticas, frescas, lozanas y primorosas y tú ansías verte vestida así por fin?
Pero, oh oh .... ¡¡sorpresa!!
La barriguita perfecta de las modelos es de mentira, no es real, esa modelo no ha ganado un solo gramo y le han plantado para la pose una coqueta barriga a su medida, no tiene estrías, no esta hinchada, duerme estupendamente por las noches y no tiene ningún malestar que palidezca su hermosa carita.
Aun así, te armas de valor y te pruebas varios modelos y finalmente te vas sin comprar nada por que además de que todo es muy caro, nada te sienta bien o al menos no como a la modelo del catalogo o el maniquí del escaparate...
Llega el día del parto, ese día tan esperado y temido a partes iguales, que siendo sinceras, a estas alturas ya es tanto el agobio y la impaciencia, que el miedo a pasado a un segundo plano, ahora ya solo quedan las ganas de tener a nuestro bebe en brazos por fin.
¿Y que es lo que nos habían hecho creer sobre este precioso momento?
Si, ahora lo recuerdo:
A nuestra mente acuden imágenes de una mama feliz, maquillada muy natural, peinada, agarrada de la mano del feliz papá que esta inmortalizando el momento con la mano libre, mientras un simpático y eficiente equipo sanitario le dan ánimos y aliento:
- ? Ya se ve la cabecita, ¡¡cuanto pelo!!
- "Empuja que tu puedes, vamos campeona!?
Y la mamá con la frente perlada en sudor, sin emitir apenas un leve gemido pero con cara de gran esfuerzo, rompe a llorar al unisono que su hijo, justo en el mismo instante en el que ponen este rollizo y limpio bebé encima suyo.
Pero una vez mas te topas con una realidad bien distinta a la que aparece en las películas y no es que no existan estos partos en la vida real, pero afortunadas aquellas mujeres que les toca vivirlos, por que es como si la lotería les hubiese tocado:
Tu te encuentras en un frío paritorio, con mil personas alrededor, que suelen estar hablando entre sí de sus cosas como si no estuvieses allí, te duelen las mandíbulas de tanto apretar, sientes los ojos como si fueran a salirse de sus cuencas por el mismo esfuerzo, sudas, gimes, gruñes y te quejas, no te dio tiempo tan siquiera a depilarte las piernas al salir corriendo de casa tras haber roto aguas, así que mucho menos te pudiste maquillar, tu marido esta a tu lado, sin cámara que inmortalice el momento por que el protocolo del hospital no lo permite (la simpática enfermera que os acompaño hasta al paritorio ya os lo había avisado) pero de todas formas con las prisas no sabe ni donde puede estar la cámara?.
El pobre hombre tiene mas miedo que tu, se jura para si mismo no volver a pasar por este trance y se apunta mentalmente llamar al urólogo la semana que viene para programar una vasectomía , al tiempo que siente un ligero mareo al contemplar salir al bebe de entre tus piernas ?
Esto si has tenido un parto ?natural?, pues si fue cesárea no te habrá podido acompañar y seguramente al comunicarle que vas a quirófano te habrá mirado con carita de perrito abandonado mientras intenta con voz temblorosa infundirte valor y restarle hierro al asunto claro.
PD: algunos maridos en estos momentos hacen una reseña sobre la anotación anterior dirigida a lo conveniente de visitar al urólogo a la mayor brevedad posible, en negrita, cursiva y subrayado.
Pero este trance también pasa ,si , y nos encontramos en casa por fin, remanso de paz creemos, hogar dulce hogar nos repetimos?..hasta que comienzan las inagotables e incesantes visitas.....
CONTINUARÁ...