Mamá hooligan

Alguien me confesó hace unos años que su forma de desahogarse cuando su hija la ponía al límite era encerrarse en el baño, contar hasta diez e invocar a Herodes a voz en grito. Por fortuna, la cría tenía no tenía por entonces más de tres años, así que poco podía saber de la vida y milagros de aquel sujeto. Supongo que hoy no conserva ningún trauma infantil.

Mientras me debato entre varias vías de escape, incluida esta misma, intento canalizar de forma digna la rabia, la ira y la frustración que a veces me superan cuando me puede el cansancio, las cosas no salen como había planeado o simplemente Inés no actúa como yo quisiera.

Sé que estos impulsos son más propios de un ‘hooligan’ que de las madres de los anuncios. Yo misma los hubiera asociado con el fútbol, o incluso con el deseo inconfesable de sacudir al niño que llena de arena a tu angelito en el parque. Pero ahora que lo pienso, la modalidad más vergonzosa quizá sea perder el control ante situaciones que ponen a prueba los nervios, pero resultan perfectamente normales, incluso previsibles, cuando compartes tu vida con un ser humano de año y medio.

Racionalmente todo está muy claro, pero la ‘madre hooligan’ que llevo dentro se adueña a veces de la situación. Anteayer se sublevó cuando las dos cervezas con amigas planeadas hace siglos se aplazaron de nuevo porque el pequeño ser tenía otros planes. Desde que era adolescente, no recuerdo haber deseado salir con tanta intensidad.
cervezas


Sé que no está bien actuar como la niña que no soy y mucho menos exigir a mi hija que lo haga como la adulta que no es. Decido autocastigarme en en el baño hasta que se me pasen la culpabilidad y el enfado y abro el ‘cuaderno de las ideas’. Creo que ya he encontrado la manera.

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