Cuando ya habíamos asumido que los bebés no vienen con un pan (ni tan siquiera un panecillo) bajo el brazo y que tampoco traían de serie unas instrucciones básicas, las sufridas madres volvemos a ver sacudidos nuestros pilares.
Antes de que nadie se me eche a la yugular (concretamente en forma de mensajillo anónimo desagradable) ya aviso que no voy a cuestionar el trabajo profesional de nadie. Pero al ver la portada de un libro sobre educación (¿adoctrinamiento?) infantil, no puedo dejar de alucinar. El libro en cuestión, firmado por la Supernanny más famosa de la televisión, lleva como título: Niños: instrucciones de uso "El manual definitivo".
No voy a poner en duda que esta psicóloga haya conseguido grandes logros con los niños que aparecen en su programa televisivo ni tampoco voy a hablar del contenido del libro en cuestión porque no tengo ningún interés en leerlo.
Lo que me parece tremendo es utilizar este tipo de afirmaciones contundentes con el claro objetivo de conseguir un alto porcentaje de ventas. Como ya hicieran anteriormente otros grandes del márketing que se han lucrado a base de afirmar tener la fórmula magistral y definitiva para que los bebés no joroben por la noche a sus padres (por poner un ejemplo de todos conocido).
No nos olvidemos que este tipo de libros van dirigidos a padres que posiblemente están desesperados y desorientados y necesitan (o creen necesitar) una fórmula definitiva. ¿Qué pasa, que es tan fantástico lo que nos van a contar que no habrá lugar a correcciones ni revisiones? Así mismo hablaron otros en el pasado y ahora parece que sus técnicas ni son tan efectivas ni mucho menos beneficiosas.
¿Qué significa el manual definitivo? ¿Acaso los seres humanos somos lavadoras? Ni tan siquiera el fantástico aparatejo que nos facilita el día a día tiene el mismo libro de instrucciones cuando hablamos de un modelo o marca distinta. Me parece a mí que, de la misma manera que los adultos tenemos caracteres, bagajes biográficos distintos y experiencias que nos hacen diferentes (gracias al cielo) unos de otros, deberíamos empezar a pensar que en el caso de los humanos en sus primeros meses, años de vida, también son distintos unos de otros, y no sólo por ser unos más rubios o más regordetes que el de la habitación de al lado.
Es cierto que sí hay unas pautas básicas iguales, más o menos, para todos, como la alimentación o los hábitos lógicos de higiene o conducta (me refiero a cosas tan sencillas como enseñar a coger la cuchara, dar las gracias, compartir...).
Para estas cosas yo creo que más que un manual de instrucciones lo que necesitamos madres y padres es el sentido común y empezar a respetar a nuestros hijos como seres individuales dentro de una sociedad empeñada en crearnos como si fuéramos coches salidos de una cadena de montaje (y ni estos son todos iguales).
Me da la sensación que hace ya mucho tiempo que el mundo de los bebés y los niños se ha convertido en una importante fuente de ingresos en forma de objetos no siempre necesarios o libros empeñados en hacernos creer que en ellos encontraremos la fórmula magistral para que nuestros pequeños dejen de ser lo que son. La infancia es un periodo difícil de nuestra vida, sobretodo para los padres que deben guiar esos años. Pero yo creo que ningún libro o manual de instrucciones nos facilitará el elixir de la eterna felicidad en lo que a la crianza de nuestros hijos se refiere.
Educar, escuchar, respetar, amar. Para mí ese es el manual de instrucciones que quiero para mis hijos y no las palabras de alguien que demuestra tener muy poca humildad, que no sabe cómo es mi hijo y cuyo objetivo final no sé muy bien cuál es.