Últimamente estoy leyendo cierto debate existencial en las redes y en artículos de distintos medios referente a los estereotipos sociales que separan a hombres y mujeres. Una discusión en la que encontramos posiciones radicales (inevitable, por otro lado) y otras más moderadas (por suerte).
Personalmente estoy en contra de que a una niña se le enseñe a fregar platos mientras su hermano está repantingado en el sofá. Me parece que esto ya está más que superado, al menos de cara a la opinión social en general. Creo que niños y niñas cada vez se tratan con mayor igualdad en lo que a conceptos esenciales se refiere, dígase responsabilidades en el hogar, respeto mutuo, rutinas, acceso a la educación?
Pero lo siento. Me niego a negar, valga la redundancia, las diferencias esenciales, naturales, básicas, de hombres y mujeres. Quiero que mi hija sepa que es ella y mi hijo él. Que sean conscientes que físicamente son diferentes y que puede que tengan inclinaciones distintas vinculadas a su género.
Ya sé que habrán algunos o algunas que se me echarán a la yugular (ya lo han hecho en otras ocasiones por lo que ya estoy curada de espanto). Pero insisto, los niños deben crecer creyendo en la igualdad de oportunidades, el respeto entre personas (sean del género que sean) y los valores humanos más básicos. Aunque sabiendo también que una mujer puede ser madre, para empezar, puede ser más sensible, tener unas aptitudes distintas que los hombres, un poco más ?bestias? y con unos caracteres más ?sencillos?, dicho sin ningún tipo de intención. Y si para ello los tengo que distinguir con azul y rosa, pelota y Hello Kitty, pues oye, yo encantada. Siempre respetando que uno pueda jugar con muñecas y la otra con la pelota. Con naturalidad, RESPETO, siempre RESPETO, pero sin negar la evidencia. Creo que las cosas son más sencillas de lo que algunas mentes retorcidas nos quieren hacer creer. Por lo que no le voy a negar a mi hija un vestido rosa (si le gusta) ni a mi hijo que juegue con espadas (si es lo que le apasiona).
Pero digo todo esto porque hay momentos en los que me siento culpable de comprarle a mi hija un kit de princesa o a mi hijo unas cartas de Pokemon. Como si eso fuera a ser determinante para su comportamiento hacia el otro sexo. Y ahora que me acuerdo, la vez que le regalaron a mi hija un set de limpieza alguien un poco más y me come. Un juguete que, por otro lado, utilizan indistintamente, para limpiar, usarlos de espada o de stick de hockey. No sé por qué le ?cayó? a mi hija en su cumpleaños pero dudo que fuera con ninguna intención.
Sigo. A mi hija le regalaron una plancha de la Hello Kitty que se ha quedado muerta de asco al fondo de un cajón mientras mi hijo me pedía hace unos días que le dejara a él planchar.
Cuando enseño a mis hijos que no se pega, el mensaje va dirigido a los dos. Cuando se pone la mesa en casa, van uno detrás de otro. Y así con muchos ejemplos que no voy a seguir apuntando para no aburrir al personal.
Me parece curioso que constantemente se publiquen estudios sobre las capacidades intelectuales de las mujeres, la naturaleza del hombre, por qué unos tienen más resistencia física y otras son más capaces de según que tipo de trabajos, y en la infancia nos empeñemos en negarles que uno es uno y una es una. Yo creo que es porque se confunden los términos. Deberíamos dejar de obsesionarnos con los ?estereotipos?, los colores, los juguetes, las pelotas, el azul, el rosa, y demás, que no dejan de ser cuestiones secundarias, al menos para mí. Lo importante es educarles en la igualdad de personas sin olvidar la diferencia de sexos, vista como eso, como una diferencia, y no como una desigualdad de uno respecto a otro.
Y ahora sólo hablo de cara a las niñas. Si queremos que en el futuro sean feministas convencidas, prefiero que lo sean defendiendo su naturaleza como mujeres que no empeñándose en negar la evidencia y querer imitar a los hombres. Por poner un ejemplo, para conseguir sus mismos sueldos no tenemos que renegar de lo que somos, hemos de luchar por una igualdad de derechos sin vender en ningún momento nuestra propia esencia.
Pero como siempre digo, es mi humilde opinión.