A los pocos días de nacer, estaba María en su cunita cuando vio una nube de humo de colores. No sabía lo que era pero olía muy bien y le pareció muy divertido. Esa nube la envolvió, la arropó, y María, muy contenta con ese descubrimiento, cayó dormida rápidamente. Lo que María no vio es lo que pasó después. De la nube de humo, poco a poco, fue apareciendo una figura. La figura de una superheroína que le susurró al oído: “Nunca voy a dejar que te pase nada…“. Y ya nunca más se separó de su lado.
La superheroína usó sus poderes para que a María la vieran los mejores doctores, sacrificó sus días de aventuras para estar a su lado; convirtió cada prueba médica en una excursión divertida, cada tratamiento en un juego… Para cada obstáculo tenía una solución y para cada momento una sonrisa. En las noches en las que María no podía dormir por los picores, la superheroína andaba kilómetros y kilómetros con ella en su regazo sujeta por una mochila mágica; recorrió sin descanso cada paso del camino, sin decaer, sin rendirse, sin quejarse. Había momentos en los que pensaba que ya no podía más, pero sus superpoderes le hacían seguir adelante.
Así pasaron los meses y el primer año, que celebraron juntas con una gran tarta. María empezó a llamar a la superheroína, mamá.
Pasaron por algunas pruebas duras, pero como estaban juntas, ¡no importaba!. Un día los médicos llamaron a la superheroína para decirle que María necesitaría un trasplante de hígado para ponerse mejor. En ese momento, ella supo que esa iba a ser su misión mas importante, así que se puso manos a la obra. Habló con todo el mundo y buscó entre todas las posibilidades. Y sus superpoderes eran tan fuertes que, aunque le costó mucho trabajo, por fin obtuvo sus frutos.
María estaba a punto de cumplir dos años cuando llego la llamada tan esperada. ¡Por fin había conseguido el trasplante que llevaban tanto esperando, la operación por la que tanto había luchado!
Mientras os contamos esta historia, el reloj va corriendo y ya solo quedan seis días para que María y su mamá completen su misión. Y ahora tocaría un colorín, colorado, pero como este cuento todavía no ha acabado, lo convertiremos en un “y vivieron felices y comieron perdices (y un montón de palitos de coco)”, que nos gusta mucho más.
Hace más de un año publicábamos en este blog un post escrito por Yoli, la mamá de María. Hoy, estamos muy contentas porque ya va asomando el esperado final feliz de esta historia. Solo queremos desearos fuerza, Yoli, ¡estamos con vosotras!