De este forma, un niño que pese por ejemplo, 30 kilogramos, no debería portar una mochila cuyo peso supere el intervalo entre 3 y 7 kilogramos.
Un niño que realice ejercicio físico con regularidad tendrá la musculatura más fortalecida y menos probabilidades de crearse una lesión de espalda.
La mochila debe revisarse a diario para retirar los materiales que no se vayan a utilizar al día siguiente y colocar lo necesario siguiendo el método de carga empleado por montañeros y excursionistas: los objetos más pesados deben colocarse en la parte inferior e ir encajando los demás en relación a su peso. De esta forma se consigue estabilizar el contenido de la mochila para evitar que determinados objetos se muevan y formen bultos que se claven en la espalda.
Si la carga está mal repartida, la mochila resulta incómoda, provocando que el niño la lleve mal puesta, ladeada o apoyada en un solo hombro, con el consiguiente riesgo de lesiones en la espalda.
La mochila debe llevarse bien equilibrada sobre los hombros y lo más sujeta posible.
Las cualidades de una mochila infantil deben incluir sobre todo tejidos ligeros pero resistentes y acabados acolchados en cintas de hombros y, a ser posible, en espalda.
Tened en cuenta que las mochilas o carteras con ruedas son aconsejables para asfalto, pero si el trayecto incluye baches, muchas escaleras o terrenos si asfaltar, pueden resultar una carga añadida para el niño.