Cada vez está más claro que el Autismo no es una enfermedad, sino una condición, y que por tanto no existe un protocolo médico o tratamiento psicofarmacológico específico que dé solución a las limitaciones adaptativas que aparecen en esta condición.
Si bien pudiera pensarse que descartar la connotación de “enfermedad” genera un alivio en la familia afectada por el diagnóstico, parece que por el contrario se percibe como una situación incierta y complicada; termina más bien generando mucha angustia en los padres cuando se preguntan “Si no hay un ‘remedio’ para esto, entonces ¿qué debo hacer para ayudar a mi hijo?”
Existen 4 principios claves para garantizar mejorías en la calidad de vida del niño con Autismo:
– Diagnóstico temprano: desde los 18 meses de vida es posible tener una impresión diagnóstica de Autismo. Si bien nunca es tarde para comenzar a intervenir, cuanto más temprano se detectan factores de riesgo o sugerentes de aspectos atípicos en el desarrollo, más posibilidades existe de frenar la evolución de los síntomas.
– Estructura: cuanto más ordenada y sistematizada esté la rutina del niño, más fácil le resultará alcanzar sus objetivos para mejorar. Un día a día en el que el niño conozca por anticipación lo que va a suceder, las horas en las que corresponde hacer la tarea, jugar, descansar, bañarse, comer y, finalmente, ir a la cama, supone un requisito fundamental para organizar el caos a través del cual los niños con esta condición suelen percibir el mundo que les rodea. Evitar improvisaciones o cambios inesperados, y pensar en la regularidad como un principio básico, se traducirá automáticamente en una disminución de comportamientos inadecuados, y en un ambiente propicio para consolidar avances.
– Herramientas visuales: como aprendices preferentemente visuales, los niños con autismo procesan más facil cualquier información que reciban a través de la vista. Así, cualquier instrucción, normativa, agenda, contenido escolar, etc., debe basarse en representaciones pictóricas o imágenes que le faciliten comprender el mensaje que se desea transmitir, o el objetivo de aprendizaje que se pretende impartir. Gracias a herramientas tecnológicas como las tablets y el acceso a internet en general, cada vez es más fácil recolectar una amplia variedad de claves y apoyos visuales para complementar cualquier mensaje verbal o auditivo.
– Constancia: principalmente en lo que se refiere a asistir con la regularidad previamente establecida, a las diferentes modalidades terapéuticas y educativas que se han destinado como plan de intervención.
Si concebimos el Autismo como un “desorden del desarrollo”, cualquier intervención que pretenda optimizar la calidad de vida de este niño, deberá orientarse precisamente a “ordenar” y homogeneizar su desarrollo. Para ello es necesario trazarse un plan de trabajo con objetivos, estrategias y metas – a corto, mediano y largo plazo- , que solo se logra cuando se sigue un ritmo de intervención constante y sin interrupciones.
La experiencia en el tratamiento de los Trastornos del Espectro Autista a lo largo de los años, nos dice que es la intervención psicoeducativa el abordaje que ha mostrado los resultados más efectivos y trascendentales para el futuro del niño con la condición. Mientras los protocolos biomédicos y nutricionales específicos, y otras terapias alternativas de vanguardia, son útiles para una minoría de casos, las terapias de lenguaje, ocupacional, conductual, psicopedagogía, entrenamiento en destrezas sociales, entre otras, son el tipo de intervención que aplica para todos y cada uno de los casos que se ubican dentro del espectro, en toda su extensión.
De allí la importancia que los padres se involucren activamente en el proceso, invirtiendo su mayor energía y disposición en la asistencia a las terapias psicoeducativas tradicionales. Para ello, se recomienda:
– Elegir un centro de terapias ubicado lo más cercano al lugar de residencia o trabajo.
– Participar eventualmente como observador en las terapias y con ello obtener una comprensión más completa de lo que se está trabajando.
– Mantener conversaciones periódicas con los terapeutas al finalizar la sesión, para precisar evolución y aclarar dudas de manejo cotidiano en el hogar.
– Solicitar informes trimestrales de los objetivos de terapia y monitoreo de logros alcanzados.- Compartir los informes con los docentes, con el objetivo de que puedan alinearse las estrategias terapéuticas con las empleadas en el ambiente escolar.
Fuente: Psicóloga Daisy Sá
Daisy es Psicóloga, especialista en la atención de problemas en el Neurodesarrollo, especialmente Trastornos del Espectro Autista. Cuenta además, con un Diplomado en Autismo.