Duele admitir que intentaste algo y no fuiste capaz. Hoy añado a la lista de objetivos incumplidos el arte de conjugar maternidad y vida laboral. Motivos hay muchos y valen todos y ninguno. Optas por un modo de crianza basado en el apego y lo encajas como puedes con un trabajo que exige compromiso y esfuerzo. No cuentas con que la vida te reserva nuevas cargas y pone palos en las ruedas. Un día ves claro que lo mejor es elegir… A veces, por más que lo intentas, las cosas no salen como esperabas.
Veo que en un foro de madres alguien reclama ideas imaginativas para conciliar. Por tres veces me planteo aportar algo y no sé por dónde empezar. Relegar temporalmente el trabajo no puede considerarse una solución muy original; habrá quien opine que nunca fue imaginativo tirar la toalla.
He escuchado a mujeres que podrían ser mi madre lamentarse de que la vida no les dio opción; su único camino fue dejarlo todo y cuidar de la familia. Muchas de ellas inculcaron a sus hijas que otras opciones son posibles y que la libertad es un hecho incuestionable cuando cobras a fin de mes. Tras decidir dejar temporalmente el trabajo, me debato entre la tranquilidad por el tiempo ganado y la pena por las satisfacciones perdidas. Aunque creas que haces lo mejor, siempre quedará la duda.
Mientras me reconcilio con mi nueva situación, soy consciente de la fortuna de haber podido elegir. A menudo las circunstancias marcan un camino único e inexorable. Quiero pensar que la vida es larga y con accesos de ida y vuelta, pero también demasiado corta para hacer a medias las cosas importantes. A veces es bueno detenerse y centrarse en lo esencial, tomarse un tiempo para vivir la vida que queremos. Quién sabe, a lo mejor en una de éstas damos con la receta mágica de la conciliación.