En lo que se llama la primera infancia de los niños, la que llega hasta los siete años de edad, estos están inmersos en una fase mágica de interaccionar con el mundo que les rodea a diario. Se trata de una forma de lidiar con la realidad en la que la imaginación y el mundo real casi se fusionan en la cabeza del niño. Eso significa que quizás aún no logre asimilar su participación en la realidad, por lo que sale a flore el tema que tiene que ver con los niños y sus amigos imaginarios.
Esta es una de las formas en las que esta fase mágica se puede manifestar, cuando el niño tenga un amigo imaginario (ya sea otro niño o niña, un peluche, o un muñeco al que le de vida). No es que esté a la orden del día, pero tampoco es algo fuera de lo normal por lo que haya que hacer sonar las alarmas. Tan solo se trata de una parte del proceso de sociabilización del niño y que no tiene por qué durar mucho tiempo.
Causas
Por lo general, la información sobre los niños y sus amigos imaginarios comienza a ser más importante para los padres cuando sus pequeños tienen entre 2 y 3 años. A estas edades todavía no discierne completamente su papel en la realidad diaria, por lo que llega a ser normal que se cuelen elementos procedentes de su imaginación: conversaciones aparentemente en solitario, tratar a objetos como si estuvieran animados, o creación de mundos de fantasía. No obstante, es importante conocer las causas en la medida de lo posible para así determinar si se trata de algo que deba preocuparnos o no.Generalmente suelen ser hijos únicos o primogénitos los que más tienden a mostrar estos comportamientos dado que en el hogar no tienen un compañero de su edad para jugar. La imaginación de los niños es brutal, lo que unido a que en esta etapa de la infancia el juego es una actividad más individual que compartida hace que se creen situaciones en las que intervengan personajes que solo existen en su cabeza. Así que es bueno prestar atención a ésta etapa en que los niños y sus amigos imaginarios comienzan ese proceso, el cual es bastante común.
Hasta que empieza a entrar en círculos sociales (en el colegio, el parque) con sus iguales, el juego tiene poca interacción y se limitan a su imaginación
con los juguetes que tenga. Además, el mundo irreal que crea para jugar sale a relucir porque todavía no controla sus pensamientos y simplemente no sabe guardárselos para sí mismo.
También puede suceder que le sirva como una válvula de escape o una forma de responder ante situaciones que le crean miedo o ansiedad, como puede ser el hecho de tener que enfrentarse a los primeros días de colegio o al nacimiento de su hermano pequeño.
Falsos tópicos
Ante todo, lo primero que hay que pensar si nos damos cuenta de que nuestro hijo juega con personajes imaginarios, es que no ocurre nada malo. Es algo totalmente inofensivo y que no debe alterarnos. Es más, cualquier reprimenda o intento de prohibir que vuelva a hacerlo es contraproducente porque el niño lo verá como algo malo y puede desarrollar pautas de asilamiento para estar con su amigo a escondidas.Es más, le permite que el niño vaya aprendiendo a relacionarse con el mundo que le rodea por medio del juego y de la imaginación. Es una forma de que vaya desarrollándose emocionalmente y de que exprese sentimientos que de otro modo podrían quedar reprimidos y perjudicarle a la larga. Incluso, los padres pueden conocer mejor qué ronda su cabeza y qué le preocupa, para así actuar en consecuencia.Con el amigo imaginario, ellos se sienten seguros, ganan en autoestima y confianza para encarar nuevos retos como un cambio de domicilio, de dormitorio, empezar el cole, desprenderse del uso de pañales, etc.
De la misma forma que aparecen, los amigos imaginarios desaparecen. Según van acostumbrándose y aprendiendo a jugar en grupo, la necesidad de compartir vivencias con un amigo imaginario desaparecen. Lo normal es que a los siete u ocho años ya se haya adaptado de sobra al mundo real y se sabrá relacionar con los compañeros de clase o los amigos del parque.
Cuándo preocuparse
Si va más allá de los ocho años y se percibe que le resulta imposible desprenderse de esa compañía inventada, puede ser que estemos frente a un problema de sociabilización. Hay niños que pueden ser más retraídos y mostrar dificultades para relacionarse con los demás. En estos casos, la figura de un amigo imaginario supliría esas carencias, pero llega un punto en el que juega en su contra de cara a su futura personalidad como adulto.Si en lugar de servir para canalizar emociones y sentimientos, se convierte en una vía de escape para eludir responsabilidades, aislarse y no relacionarse por miedo o ansiedad, o porque no desea tener amigos, entonces resultaría conveniente ponerse en contacto con sus profesores en el colegio para compartir experiencias y con un profesional que sepa qué hacer ante estos casos.
Cómo actuar
El niño no debe sentirse mal por tener un amigo imaginario. Lo que debe hacerse desde fuera es apoyarle pero sin exagerar y siendo conscientes de que es él quien tiene que asumir las consecuencias de sus actos y no dejar que se escude en su amigo.Además de los juguetes que pueda tener para divertirse y jugar, está bien estimular su creatividad con otro tipo de actividades como pinturas, plastelina, rompecabezas... Del mismo modo, hay que evitar las actividades que potencien una actitud pasiva, como pasar mucho tiempo frente al televisor.Dejar que vengan amigos a jugar a casa, o que sea él quien vaya a casa de sus amigos también potencia que se relacione y cree círculos sociales que le hagan prescindir del mundo de fantasía que se haya creado. Al fin y al cabo lo que necesita es entretenerse como sea, por lo que la compañía real será mejor que cualquier ficción que pueda crearse.