Participo en muchos grupos de Facebook que no necesariamente son de maternidad, pero donde sí somos mayoritariamente mujeres y madres, por lo que al final, de una manera u otro, sale algún tema recurrente y se montan pifostios dignos de los peores ultras de campo de fútbol.
Y yo me pregunto, ¿por qué hemos llegado a esto?. No lo entiendo. Madres que se creen en la obligación de disculparse por no hacer las cosas como "se supone" que se deben hacer. Madres que defienden un tipo de crianza con radicalismo y sin respeto por otras opciones. Madres que desprecian la crianza con apego, la crianza respetuosa, por desconocimiento, por asimilarla a tres prácticas como si éstas fueran garantía de éxito (lactancia materna, colecho y porteo no son elementos indispensables para ello), madres que no aceptan otro tipo de crianza que no sea la suya.
Buenas madres. Malas madres. ¿De verdad nos creemos que dos, tres y ocho reglas nos definen como buenas o malas madres? Quien crea que esto es así o aún es novata y no ha tenido tiempo de comprobar cómo la crianza de un hijo va mucho más allá, o es que va por la vida como los burros, con anteojeras puestas.
Me conoces porque he compartido mi maternidad sin tapujos. Lo bueno y lo malo. Y si no me conoces en este aspecto, llevas poco por aquí o acabas de llegar, te lo digo: soy una mamá que cría, se puede decir, con apego, soy una mamá de teta, colecho y porteo, defiendo la crianza respetuosa. L hago así pero no por seguir una corriente de crianza, sino porque es lo que me sale, lo siento, lo que disfruto, lo que creo que es mejor para mis hijos.
Pero para mi, ninguna de esas cosas me convierte en mejor madre que cualquier otra. Ser buena madre va mucho más allá de los primeros años de la vida de nuestros hijos y de las premisas de tal o cual teoría.
Cuando nació mi hijo yo no sabía nada de crianza, desconocía la terminología que hoy en día tanto se usa y a los preconizadores de estas teorías. Comencé a criar de esta manera porque fue lo que me salió, fue lo que sentí, sin teorías ni expectativas.
Descubrí a Carlos González, a Rosa Jové, cuando ya tenía a mi bebé en brazos, y fueron lecturas que me ayudaron a poner nombre a ciertos sentimientos, incluso a reconocerlos, a sentirme segura de muchas cosas que hacía con miedo, tomando aquello que me parecia útil, desechando lo que no me convencía. Pero ninguno es mi gurú, nadie lo es.
Soy lo bastante testaruda y reflexiva como para discernir que cuando algo no me convence, por muy bien que me lo vendan, no lo compro.
En estas discusiones que se producen en los diferentes foros 2.0 me sorprende ver que se entremezclan temas, y que parece que por ejemplo una mamá que da biberón por descarte no puede criar con apego. Me parece un error tremendo llegar a esa conclusión.
Yo fui de las que tenía claro que quería dar biberón. Tal cual. Convencidísima. Fue así porque, en realidad, no sabía nada sobre la lactancia materna. Pero en mi afán por saberlo todo, la información que fui adquiriendo a lo largo del embarazo y, sobre todo la experiencia de otras madres, me abrió los ojos hacia algo que no conocía, tanto que pasé de tener claro que iba a dar biberón a tener claro que quería intentar la lactancia materna.
Pero si hubiera dado biberón no hubiera querido menos a mis hijos ni los hubiera criado de manera muy diferente, en lo que viene siendo lo profundo de la crianza. De hecho, el primer bebé que tuve en brazos, participando muy activamente en su crianza, fue mi hermano, y ni lo gesté, ni lo parí, ni lo amamanté pero doy fe que lo crié con un apego seguro y real del que por supuesto no era consciente, pero del que aprendí muchísimo y me ha servido para asumir la crianza de mis hijos.
Siempre me he considerado respetuosa. Puede que en ocasiones haya defendido mi crianza con demasiada pasión, pero nunca ha estado en mi desmerecer en absoluto a otras madres. Y si lo he hecho, no era mi intención, quepa duda, asumo que pueda haberme equivocado más de una vez.
Es, por eso, que cada vez entro menos en estas cuestiones, en hablar de crianza, primero porque no tengo necesidad de defender mi propia crianza, porque estoy muy segura de lo que hago, aún a riesgo de equivocarme; segundo, porque llega un momento en el que relativizas tanto que ya te da un poco igual lo que digan de ti y lo que hagan los demás.
Y porque para acabar discutiendo, siempre hay tiempo, y discutir es algo que ya me empieza a dar pereza.
Pero sí quiero, poner pies en pared sobre ciertos conceptos entorno a la crianza y su relación directa con el concepto de buena madre. Y es que no me gusta nada que se de por hecho que no seguir ciertas premisas o teorías te quitan puntos de madre, por decirlo de alguna manera.
Raro es la conversación, debate o discusión sobre algún aspecto de la crianza que no acabe con reproches, acusaciones y hasta insultos. Y esa no es la tribu en la que me identifico, ni mucho menos. Yo creo en la tribu que acompaña, que asesora, que apoya, no en la que juzga, en la que critica, en la que acusa. Creo en la tribu que ofrece información, apoyo y ayuda desde el respeto, no en la que tiraniza imponiendo el pensamiento único e indiscutible y culpabilizando a quien no lo sigue fielmente.
Esa tribu con la que no me identifico es la de las madres que solo admiten como válida y única su manera de criar, que dan consejos, pedidos o no, desde su verdad indiscutible y cuya indignación es igual o mayor cuando son ellas quienes reciben consejos no pedidos, cuando alguien de fuera osa opinar sobre lo que dicen-hacen-piensan-predican, cuando, en definitiva, reciben lo que dan.
Hace tiempo que he ido dejando de participar y abandonando grupos de crianza en general, grupos crianza respetuosa, subgrupos de temáticas, o grupos de madres en general, incluso de opinar en conversaciones sobre ello, porque me hastía hasta el infinito y más allá ver con qué rapidez se juzga, se critica y se criminaliza, con qué facilidad se cae en la falta de respeto y en el insulto.
Y la verdad es que me da pena que sea así porque me gusta compartir mi experiencia, conocer experiencias ajenas, ayudar a otras madres, encontrar respuesta a mis dudas, poder desahogarme si me hace falta, acompañar a otras madres. Pero no tengo ganas de discusiones, no tengo ganas de que me juzguen, no tengo ganas de ser testigo de una pelea de leonas. Así que veo hilos sobre temas de crianza, empiezo a leer y en cuanto huelo la polémica huyo como del demonio.
Sí, hay maneras de criar más recomendables, más respetuosas, más sanas. Pero también hay circunstancias personales, hay tantas madres como bebés, hay tantas familias diferentes que nada es absoluto. Soy una defensora de la crianza respetuosa pero por encima de todo soy defensora del respeto hacia las madres, hagan o no hagan las cosas como yo, me chirríe o me indigne cómo piensan o cómo actúan.
Porque yo no tengo la verdad absoluta. Porque bastante tengo con criar y educar a mis hijos para ir criando y educando a los de los demás. Porque yo conozco mi vida y mis circunstancias y no las de los demás. Porque lo fácil es educar a los hijos ajenos pero lo jodido, el verdadero reto es criar y educar a los hijos propios.
Todo lo positivo suma, y es verdad que a veces hasta que no llega un consejo no recibimos la información de algo que desconocíamos hasta el momento, no salimos del error. Pero veo demasiadas veces que se traspasa la barrera del consejo respetuoso y bien intencionado y se saca a pasear el dedo acusador con la sombra del "lo estás haciendo mal y te lo digo yo, que lo estoy haciendo bien", desde una especie de superioridad moral de buenmadrismo realmente ofensivo.
Y entonces te encuentras a madres perdidas que buscan información, o consuelo o apoyo, o que simplemente la escuchen, y se encuentran con una retahíla de reproches, acusaciones y prejuicios que en lugar de ayudarla, hacen que huyan despavoridas.
Da igual cuan importante o veraz sea lo que se defiende, si el mensaje se contamina con falta de respeto, pierde toda su validez, toda su esencia. La crianza respetuosa para mi pierde todo el sentido si el respeto que demostramos hacia nuestros hijos lo perdemos hacia otras madres.
No nos engañemos. No se es mejor madre por dar teta o por cumplir cualquiera de las premisas de las teorías de crianza respetuosa. Puede ser lo más recomendable, sí, pero ser "buena madre" es algo tan profundo que no se define ni se resuelve en las premisas de una teoría.