Durante un tiempo preservaremos a nuestra ‘carrasqueta’ de climas hostiles, agresiones externas y vientos fuertes. Su tronco será tierno aún cuando deje nuestra casa para vivir en campo abierto. Elegiremos un buen lugar, la cuidaremos y visitaremos con frecuencia, pero quizá todo esto no sea suficiente y un día sucumba a la sequía, los animales del campo, la acción del hombre, quién sabe qué.
En el mejor de los casos, su sombra cobijará a seres de un mañana que sólo Inés verá. Las encinas crecen más despacio que los humanos; son, más que ellos, una inversión de futuro. También un vínculo con el pasado, con las generaciones anteriores, con mi padre y sus grandes enseñanzas nacidas siempre de la tierra. Solía decir que es fácil enderezar un árbol mientras es joven, pero cuando se endurece poco se puede hacer. Las palabras de los que amamos y ya no están adquieren pleno significado con el paso de un tiempo que no sabe de pasado y futuro y es sólo un continuo en el que todo se confunde: tallos verdes y recios, la lucha por llevar a buen puerto una nueva vida y el lento y seguro crecer de las carrascas.