Va a cumplir 6 años y desde que empezó el cole no ha llevado nunca disfraz en las fiestas de clase. Estas navidades toda su clase debía ir disfrazada de animales de la selva. Osos, tigres y elefantes poblaban el minúsculo escenario del teatro del cole para que los más pequeños pudieran imitar a su animal favorito.
Mario no llevaba nada . Sus padres, una vez más, se habían olvidado de preparar el traje. Están muy ocupados con sus trabajos y llegan tarde a casa así que muchas veces el niño ni les ve. De Mario se ocupa su hermano mayor, Cristobal.
Cristobal tiene 12 años y es como un padre para Mario. Le lleva al cole y le recoge, se preocupa porque ningún día le falte la merienda . Le atiende y le regaña cuando hace algo mal y le da un abrazo cuando está triste.
A veces Mario piensa por qué es el único de clase que nunca va disfrazado. Por qué sus padres se olvidan siempre de algo tan importante para él y por qué es su hermano el que tiene que cargar siempre con el peso de toda la familia.
Cuando eres pequeño no entiendes por qué eres diferente. Los niños al principio miraban y cuchicheaban cuando no llevaba su disfraz a clase pero ya se ha acostumbrado a esos comentarios. A veces, incluso le parece gracioso ver como sus compañeros llevan los disfraces más elaborados para ser los mejores de la clase y como sus papás han perdido tardes y tardes en confeccionarlos para que los niños luzcan orgullosos sus creaciones.
Esta semana ha sido la fiesta de graduación. Una fiesta en la que magia y fantasía reinaban en el ambiente. Los niños debían ir disfrazados con su toga de mago y recoger el diploma que le acreditaba como aprendiz de mago y que le abría las puertas para sus estudios de primaria.
Los padres inundaban la clase de flashes con sus cámaras de fotos para inmortalizar ese momento decisivo en la infancia de sus hijos. Mario estaba solo. Su hermano no pudo acudir a su graduación porque estaba en clase y sus padres tampoco aparecieron en ese momento tan importante para él.
Los niños se abrazaban con sus padres y haciéndoles entrega del preciado tesoro. Mario se quedó sentado en su sitio esperando como siempre un abrazo. Uno de los padres observó al niño y se acercó rápidamente a darle un gran abrazo. Mario se sintió reconfortado con esa muestra de cariño.
La profesora se acercó también y le dio un gran achuchón. Mario sonrió y volvió a su sitio.
Las mejores emociones de los humanos siempre vienen sin disfraz. Esa es la esencia del verdadero sentimiento que debemos tener las personas.
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