Escribo esto con el corazón encogido y el pecho apretado de angustia. Lo hago tras hablar a diario con Paris, tras leer la experiencia de la madre de la Parrulina. Ambas son blogueras y amigas, de esas a las que he tenido oportunidad de conocer en persona y pegarles un buen achuhón.
Desde este blog siempre he apoyado la lucha contra el cáncer. Y eso es más que poner una insignia en la barra lateral y solidarizarse con la causa. Quienes hemos convivido de cerca con el cáncer sabemos lo dura y difícil que es la batalla, quienes hemos visto morir a un ser querido vencido por esta enfermedad, lo sabemos bien.
Hace años, mientras yo narraba mi segundo embarazo, tenía una fiel seguidora que narraba en su blog una experiencia muy diferente a un embarazo: su lucha contra el cáncer. Desgraciadamente perdió la batalla, pero nos dio a todos la que la conocimos, y a quienes tuvieron la oportunidad de leerla, una lección de realidad y de vida aplastante: luchó hasta el final optimista, valiente, sin perder la esperanza, sin perder la sonrisa, sin perder las ganas de vivir. Rosana, que en paz descanse y de la que no me olvido, me dio una lección que nunca olvidaré.
Como la que me está dando Paris. Porque mientras está recuperándose de la última quimioterapia nos manda videos con canciones molonas para subir el ánimo, ¡en vez de animarla nosotras a ella es ella la que acaba animándonos a nosotras!.
Paris está librando una complicada batalla. Con fuerza, con valor y con mucho optimismo. Se ha colocado la sonrisa en cada sesión de quimioterapia que le han dado. Sabemos que es así porque no duda en compartir tan duros momentos con quienes la seguimos en Una sonrisa para Paris. Y es que cuando todos ponen de su parte, parece que es más llevadero.
Pero de repente van y le dicen que tras la quimio habrá que operarla, extirpar el tumor y con ello el pecho, parte o completamente, según lo que se encuentren. Piensa que es algo superable gracias a la posterior reconstrucción mamaria y ahí es cuando le cae el jarro de agua fría: no habrá reconstrucción mamaria, no al menos inmediatamente, para ello hay una larga lista de espera que puede llegar a los 8 años. Ella misma nos lo cuenta indignada en el post que inicia esta reivindicación.
Así, la lucha se hace más dura, más cuesta arriba, porque no solo tienes que vencer la enfermedad, sabes que tras los tratamientos y las operaciones te toca enfrentarte al trauma de ver seccionada una parte de tu cuerpo. El pecho. Una cicatriz que físicamente puede que no duela, pero psicológicamente, destroza. Algo tan simple como que vestirse cada mañana, mirarse al espejo, se convierte en una tortura.
A mi abuela le practicaron una colostomía a consecuencia de un cáncer de colon. Si no sabeis lo que es, os lo cuento, aunque es de todo menos agradable. Consiste en unir el colon con el abdomen para facilitar la salida de exterior de las heces. O sea, te hacen una tripa artificial que sale al abdomen, de tal manera que te encuentras con un agujero en plena barriga, con una bolsa que recoge las heces.
Mi abuela era una mujer fuerte, luchadora, muy vital y optimista. Superó el cáncer, pero esa bolsa en su abdomen la hundió por completo. Ciega de nacimiento, nunca fue dependiente de nadie, nunca necesitó un bastón o lazarillo para caminar, ella todas las mañanas cogía su ropa en el armario, se vestía, se aseaba, se hacía el desayuno y se iba a trabajar. Caminaba sola por la calle y jamás se tropezó con nada. Pero esa colostomía la volvió miedosa y dependiente.
Además no había posibilidad de que fuera reversible, es decir, de volver a recuperar su intenstino tras la curación del cáncer, ya que fue extirpado completamente. Mi abuela acabó con las dos nalgas unidas con una sutura desde el coxis hasta el periné y con un ano artificial en medio de la barriga. No controlaba esfínteres y el hecho de que la expulsión de gases y por ende de que hicieran ruido, en público, le hacía temer hasta a salir de casa. Superó la enfermedad pero le quedó un trauma del que nunca se recuperó. Nunca había visto llorar a mi abuela hasta entonces.
Es el ejemplo más cercano que tengo sobre cuánto daño puede hacer una cicatriz, el trauma post intervención quirúrgica en un tratamiento contra el cáncer.
No basta con tratar y curar la enfermedad, hay que hacer todo lo posible por que el cuerpo vuelva a ser en la medida de lo posible lo que era antes de la enfermedad, y debe ser parte del tratamiento. No se trata de un capricho. No debe ser un lujo solo al alcance de quien se lo pueda permitir. Una cicatriz que te sesga el pecho no ayuda a una mujer a recuperarse de la parte psicológica de la enfermedad. La Seguridad Social debe velar por la completa recuperación del paciente, hasta el final y en todos sus aspectos.
Y luchar para que esto sea así es algo que nos corresponde a todos. Sí, porque somos hijas, nietas, hermanas, esposas, madres... y porque los hombres tiene madre, hermanas, esposas, hijas... Y no queremos ver sufrir a nuestros seres queridos.
Pero ojo, que el cáncer no es eso que le pasa a una amiga, al vecino, a la madre de fulanito. NO.
No es eso de lo que hablamos con condescendencia, con lástima, cuando nos enteramos de alguien que lo sufre, no es algo que le pasa a los demás pero no a nosotros.
El cáncer es esa lotería que, sin comprar boletos, nos puede tocar a cualquiera. Todos estamos en el bombo.
Hoy es Paris, la vecina del sexto, la compañera de trabajo...
Mañana puedes ser tú.
O Yo.
Puedes unirte a la reivindicación de muchas maneras:
- Si eres bloguer@, publicando un post al respecto en tu blog y uniéndote al carnaval de blogs.
- En Twitter, lanzando tu reivindicación con el hastag #nosinmiteta.
- Firma la petición para que este derecho sea regulado por ley.
Gracias a Orquidea Dichosa por el cartel