La relación con nuestra madre a menudo nos da más forma y carácter. Por lo tanto, no es sorprendente que influya en nuestra vida, especialmente en el desarrollo de nuestra personalidad, para bien y para mal. Eso significa: si la relación está llena de calidez, seguridad y amor, tiene un efecto positivo en nosotras. Si faltan estas cosas esenciales, la hija puede sufrir. Si la relación madre e hija se caracteriza por uno o más de los siguientes comportamientos maternos, puede afectar el vínculo entre ambas.
Rechazo
Cuando haces algo de lo que estás orgullosa, especialmente cuando eres niña, primero debes decirle a mamá. En una relación intacta, la madre expresa elogios porque está orgullosa de su hijo.En cambio, algunas madres son despectivas. Hablan poco sobre lo que la niña dice o ni siquiera les responde. Los estudios han demostrado que estos niños dudan de sus propias necesidades hasta la edad adulta.
Creen que no merecen atención y tienen dudas sobre sí mismos, mientras anhelan profundamente el amor y la afirmación.
Las hijas de madres despectivas creen que su voz no cuenta, que su opinión no vale nada.
Este sentimiento se intensifica cuando la niña no puede escuchar y la madre nunca pregunta cómo está la niña.
Control
Si la madre es demasiado dominante, la hija no se siente reconocida o apreciada. Esto no quiere decir que no sepa que la ama la madre solo que no se siente así.No se trata de controlar los tiempos de sueño o televisión, sino el control meticuloso de las cosas más pequeñas e íntimas: lo que la hija puede y no puede decir (por ejemplo, a sus familiares). Cómo comportarse (por ejemplo, en público). Lo que tiene que elegir (por ejemplo, cuando come).
El razonamiento de estas madres es siempre el mismo: “Es solo lo mejor para ti”.
Consecuencia: estas hijas pierden la capacidad de tomar decisiones de forma independiente, clasificar y evaluar situaciones. En cambio, dependen de la decisión y la opinión de sus madres, se vuelven dependientes de ella y necesitan su mano de liderazgo.
Distancia emocional
Las madres que construyen una distancia emocional de sus hijas dejan cicatrices en las almas de sus hijas.La distancia emocional se expresa por falta de cercanía física (como abrazos y besos), pero también por falta de compasión cuando la niño llora, por ejemplo. Estas deficiencias hacen que las hijas mueran de hambre emocionalmente: naturalmente exigen los sentimientos de sus madres, pero se les niega.
En la edad adulta, estas hijas emocionalmente inestables tienden a aferrarse a sus propias relaciones y siempre buscan la confirmación emocional de sus parejas y amigos.
Cambio de roles
Es posible que no puedan hacer frente a su vida, tener dificultades para encontrar su lugar en el mundo y hacer frente a los problemas (cotidianos). A menudo, sus hijas tienen que hacer estas tareas a una edad temprana, cuidar a la madre. Hay una especie de “inversión de roles” en la que las hijas son responsables del cuidado materno.A menudo esto sucede cuando una mujer se convierte en una madre joven y no ha tenido “suficiente tiempo” para encontrar su camino en la vida antes de que pueda asumir la responsabilidad de un hijo.
De esta manera, los hijos de esas madres aprenden a cocinar para ellos y para la madre, lavar la ropa, limpiar el apartamento y, si es necesario, cuidar a los hermanos más pequeños. A menudo, estas abrumadas madres están muy agradecidas por la ayuda de sus hijos, parecen representar una especie de “roca en el oleaje”: la retención en su vida (generalmente turbulenta).
Estas hijas se sienten privadas de su infancia en la edad adulta. Tenían que crecer rápidamente y actuar con sensatez, asumir la responsabilidad, tenían poco tiempo para ser solo una niña, para jugar, para divertirse hasta para hacer tonterías.