A todos se nos encogió el corazón al desayunar leyendo la carta de Diego, un pequeño de 11 años que daba sus razones del porqué de acabar con su vida. No puedo, ni quiero imaginar, lo que debe de haber pasado un niño para acabar con su vida. Como madre me da terror pensar que mi hijo pudiera pasar por algo así, como madre me da terror no ser capaz de detectar los indicios de una situación como esa. ¿De verdad los padres podemos estar tan ciegos de no ver que algo está sucediendo? Y ojo, con esto no quiero ponerme en contra de los padres que hayan pasado por tan horrorosa vivencia.
El acoso escolar no es algo nuevo, siempre ha existido en las aulas, en el patio del cole...siempre ha habido algún gracioso que se burlaba de algún compañero. El físico, llevar gafas e incluso ser inteligente y sacar buenas notas podía ser motivo de ensañamiento pero ahora ese acoso no queda solo en el aula o el patio del cole. No, ahora el terreno de acción se ha visto aumentado: facebook, twitter, whatsapp... son las herramientas usadas por los acosadores.
El acosado no se ve liberado al salir por la puerta del colegio sino que sigue siendo linchado en las RRSS por el agresor y sus seguidores, porque seamos francos: puede haber un agresor pero rara vez está solo, siempre suele estar acompañado de su grupito de seguidores. ¿O acaso no es culpable de ese acoso el que se ríe de las burlas hacia su compañero?
¿Qué funciona mal? ¿Por qué todas las medidas recaen sobre la entidad escolar? Cierto que niños y adolescentes pasan más horas en las aulas que en casa. Cierto que los profesores pueden tener fácil detectar esas posibles agresiones en el aula y en el patio, pero ¿y los padres? ¿No deberíamos ver los padres un cambio en la actitud de nuestros hijos? Es más aún, yo en estos días me planteo lo siguiente: ¿por qué siempre nos centramos en la figura del agredido, en cómo detectar el acoso y las medidas posteriores? ¿Por qué no centrarnos en la figura del agresor? ¿Por qué no nos planteamos que estamos haciendo mal para crear hostigadores? ¿Por qué es el agredido el que cambia de centro?
Me parece genial que se tomen medidas, que se les enseñen técnicas a la comunidad educativa de cómo detectar el acoso escolar y, a los niños de cómo enfrentarse a posibles agresores, pero ¿qué valores estamos enseñando a nuestros hijos si llegan a convertirse en seres capaces de hacerle la vida imposible a un compañero? ¿No sería más interesante intentar atajar el problema antes de iniciarse?
Besitos avainillados