Toca despedir otro año, y desde aquí digo bien alto y claro "vete 2013, vete de una puñetera vez ya".
Sí, 2013 ha hecho honor a la malaje de su número y para mi ha sido nefasto. Año horribilis. Tenía muchas esperanzas puestas en él porque llevo una racha de años que ninguno era bueno (exceptuando el nacimiento de mis hijos) y pensaba que peor no podía ser, pero 2013 ha dejado el listón de los malos años bien alto.
Aunque me temo que el 2014 no va a ser mejor. Me conformo con que no vaya a peor. Y espero que al menos lo malo que venga sea producto de las circunstancias y no de las personas, porque lo primero se asume, lo segundo, jode.
El 2013 ha sido un año de esperanzas truncadas. Un año de levantar la cabeza y volver a caerme cuando parecía que remontaba de nuevo el vuelo. Un año de intentar ver un rayito de sol entre las nubes y de sobrevivir a las continuas tormentas. Un año de grandes decepciones personales, que son las que más duelen.
Una mierda de año, sinceramente. Que se vaya ya y se lleve todo lo malo que trajo.
Pero... pero. Siempre hay un pero. Y es que aún hay algo que rescatar de este
De este año, entre lo poco bueno me quedo con un momento, mi encuentro con esas amigas virtuales que nos conocemos desde hace tanto, que hemos vivido tanto juntas, y después de tanto tiempo compartiendo lo bueno o no tan bueno por fin pudimos abrazarnos. Nos supo a tan poco que no vemos el momento de juntarnos de nuevo, ojalá en 2014 haya muchas oportunidades de hacerlo.
Dejo atrás un año de muchas decepciones, de mucha frustración, de mucha impotencia. Nunca me había sentido así y es algo que me da mucha rabia, pero supongo que la vida te pone en estos aprietos para aprender y salir reforzada, pensemos que es así y que no hay una fuerza sobrenatural empeñada en jodernos la vida.
Cierro el año triste, desanimada y decepcionada. Solo pido que el 2014 me traiga un soplo de aire fresco que me permita respirar profundo y llenar de nuevo mis pulmones de aire fresco y renovado. Falta me hace.
2013... ¡SE ACABÓ!