Además, es necesaria una valoración del estado fetal y de la gestante por parte de su matrona, el anestesiólogo y el obstetra que constate que, en principio, no existe contraindicación previa conocida para la aplicación de la analgesia epidural (la epidural no se administra con presión baja, trastornos hemorrágicos, infecciones en sangre, reacciones alérgicas a anestesias locales,…).
Obviamente, es comprensible que las mujeres embarazadas no quieran sufrir dolor durante el parto y la analgesia epidural puede ayudar a conseguirlo, no obstante, debemos de tener claro que esta técnica no es un fin en sí misma sino, un medio para conseguir alivio en determinados casos y a partir de ciertos momentos y en situaciones concretas del proceso de dilatación de la parturienta. Así que, por mucha epidural que ponga el anestesiólogo, habrá que estar preparada para afrontar el parto.
Gran parte del beneficio de la epidural está en aplicarla en el momento justo que, es a partir de que las contracciones se hayan vuelto rítmicas y el parto se haya iniciado, pero tal y como os decía antes, se requiere asegurar previamente el buen estado del feto y de que la valoración materna no impida que sea aplicada.
Hay que tener en cuenta que, se pueden producir fallos anestésicos, que suelen ser de tipo parcial, y en este caso, la parturienta continuará notando dolor sobre todo en zonas concretas.
No se debe olvidar que, como todas las anestesias, tiene sus riesgos implícitos que van desde los habituales o frecuentes hasta los más graves o complicados, además de los relacionados con el estado de salud previo de la mujer, como por ejemplo:
– Dolores de cabezas intensos que persisten después del parto.
– Dificultas para orinar con normalidad.
– Descenso de la tensión arterial (hipotensión) que a su vez, puede originar la bajada del ritmo cardiaco del bebé.
– Temblores, náuseas, vómitos, picores y convulsiones.
– El parto se alarga más, pues puede aumentar el tiempo de expulsión.
– Dolores lumbares en la zona de punción de la anestesia epidural.
– Alteraciones patológicas de frecuencia cardiaca fetal que, en algunas ocasiones, conllevan la práctica de una cesárea de urgencia.
– Mayor frecuencia del uso de ventosas o fórceps para terminar el parto.
También tiene contraindicaciones que hay que tener en cuenta:
– Infección localizada en el lugar de la punción o infección general.
– Hemorragia severa o shock.
– Trastornos de la coagulación y su consiguiente tratamiento con anticoagulantes.
Como ventajas fundamentales de la anestesia epidural:
– Si no se produce fallo anestésico, logra aliviar el dolor de parto sin que las facultades mentales de la parturienta se bloqueen.
– Reduce la presión sanguínea y, esto es perfecto para mujeres con una presión alta.
– En el caso de requerir uso de fórceps o una episotomía, no es necesario aplicar ningún otro tipo de anestésico.
– Si, finalmente, se produce cesárea, permite una participación activa de la madre.
– Al reducir la actividad muscular, beneficia a las parturientas diabéticas pues, pueden nivelar mejor su nivel de insulina.
– Si la mujer presenta alguna enfermedad de tipo cardíaco o pulmonar, la anestesia epidural será beneficiosa al reducir el trabajo que han de realizar los pulmones.
– Sólo una cantidad mínima de la epidural, alcanza al bebé.
– La anestesia epidural puede ser contralada, aunque su efecto dura entorno a las dos hora, es posible hacer que el efecto desaparezca o reforzarlo según el caso.
Buen día a tod@s!!
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