Lo que no nos cuentan de la epidural



Si eres mami primeriza o estás embarazada por primera vez te habrán dicho aquello de que con la bendita epidural el parto ya no tiene por qué ser doloroso. Te habrán pintado esta anestesia como el pasaporte a una especie de camino de rosas en el que esperarás a ver salir a tu bebé leyendo una revista, con la única incomodidad de tener que pasar las páginas con una vía en el brazo. Cierto es que en una amplia mayoría de casos esto es así y no seré yo precisamente quien reniegue de aquellos avances médicos y farmacológicos que puedan facilitarnos la vida. De hecho, si tuviera otro hijo es muy probable que volviera a pedir anestesia, pero creo que es importante conocer la "cara B" de la epidural. Las consecuencias y complicaciones a las que podemos enfrentarnos. Por eso os cuento lo que me ocurrió a mí.

Tenía claro -cristalino más bien- que iba a pedir anestesia cuando las contracciones dejasen de ser soportables. Y así lo hice. Cuando empecé a maldecir a la matrona que me enseñó a respirar en las clases preparto y me la imaginé dando esos respiritos absurdos mientras le retorcía el pescuezo, llamé a una enfermera para que acabaran con aquel calvario. En unos minutos me trajeron el documento de consentimiento y, claro, ¡como para leerlo! Habría firmado mi sentencia de muerte.

Unos minutos después, vino el anestesista y me recordó que debía estar absolutamente quieta, algo en sí mismo complicado cuando tienes contracciones y te están pinchando la espalda. Pero lo hice. Para quien no lo sepa, primero te ponen una anestesia para la zona en la que van a pinchar porque la aguja de la epidural es gordita. Cuando está un poco dormido ese espacio, proceden con la epidural que consiste en introducir un catéter en la columna por el que luego irán metiendo la anestesia necesaria durante el tiempo que dure la dilatación.

Fue en el momento de introducir el catéter cuando mi parto se torció. El anestesista debe ser muy habilidoso para poner la epidural porque el catéter debe pasar entre las vértebras pero sin entrar en la duramadre. ¿Qué es este palabro espantoso? Es el cilindro que protege al sistema nervioso central. ¿Qué pasa si el catéter entra en ese cilindro? Que, en mayor o menor medida, el paciente pierde líquido cefalorraquídeo y esto provoca durante unos cuantos días los mayores dolores de cabeza que podáis imaginar. Los mayores, os lo aseguro.

Eso es lo que me ocurrió a mí. La cara del anestesista y de las enfermeras fue un poema. Y la mía otro cuando tras informarme de lo que había ocurrido, me dijeron que debían dejar pasar el efecto de la escasa anestesia que me habían puesto y, cuando volvieran los dolores, volver a pinchar la epidural. Pasó un buen rato y cuando las contracciones se hicieron notar de nuevo eran verdaderamente fuertes, porque la dilatación estaba muy avanzada. Al punto de que la segunda epidural no llegó a hacerme efecto y di a luz a mi pequeño "a huevo", como si no me hubieran puesto ninguna anestesia. Por cierto, los puntos también "a huevo".

Sí, fue muy doloroso, mucho, pero una horita después estaba fenomenal. Serán las hormonas, pero un rato después se me pasaron todos los males. Sin embargo, las consecuencias de la epidural no se pasaron tan fácil. El tratamiento para una punción accidental como la mía es permanecer varios días (yo estuve cinco) en reposo absoluto, en posición totalmente horizontal las 24 horas, además de tomar mucha cafeína (Coca-Cola a todas horas porque administrarla en pastillas es más peligroso) y calmantes intravenosos cada cuatro horas para evitar al máximo la aparición del dolor de cabeza.

Esto supone no poder levantarte al baño, lavarte por partes en la cama, comer y beber tumbada, pero lo más doloroso es no poder atender a tu pequeño que acaba de llegar al mundo. A duras penas podía tenerle en brazos porque para él la postura era incómoda y veía desde la cama como mi marido le cambiaba el pañal, le acunaba y le daba el biberón. Sí, el biberón.

Durante días traté de iniciar la lactancia materna, pero fui incapaz. En posición totalmente horizontal no había forma de que el peque se enganchara (además nació un poco antes de tiempo y no tenía mucha fuerza) y el sacaleches tampoco funcionó. Me producía bastante dolor, pero además, el calostro que conseguía sacar terminaba derramándose también por la posición. Era necesario que me incorporara un poco y esto hubiera impedido que mi columna cicatrizara bien. Os aseguro que la frustración y el sentimiento de culpa es mucho más prolongado que el dolor de parto.

Insisto en que éste no es un alegato en favor del parto sin epidural. El dolor a veces nos hace perder el control y no ayudar como es debido a nuestro pequeño a ver la luz. Pero creo que debemos tener todos los datos y si elegimos pedir una anestesia, saber que no es inocua. Que todo tiene su "cara B".
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Etiquetas: bebés

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