Estábamos papi, mami y la peque en casa. La peque estaba almorzando sentada en el sofá y papi bajó un momento a tirar la basura mientras yo preparaba la comida. Y fue en ese momento cuando escuché el golpe seguido del llanto de la niña. Fui corriendo y vi que se había caído del sofá. Estaba tumbada boca arriba pero justo había caído encima de un cojín.
- Ya está cariño, no pasa nada...
Le dije mientras la cogía en brazos. La pobre tenía aún la boca llena de lo que estaba comiendo para almorzar y lloraba a la vez. De pronto algo raro pasó. Parecía que se encanaba. No le salía el llanto, ni sonido. La separé del abrazo en que la tenía para mirar qué pasaba y, sujeta por debajo de las axilas que la tenía se desmayó. Así sin más, había perdido el conocimiento. Y justo cuando me había quedado sola en casa. Porque oye, te pasa acompañada y quieras que no los nervios y el estrés se comparten.
Pues eso, con mi bebé convertido en una muñeca de trapo en mis manos y sola en casa no me quedaba más narices que reaccionar y moverme. ¿Os acordáis de la neurona con bata blanca?? Pues en esos momentos se clonó muchas veces. Pero muchas. Mi cabeza parecía un superordenador de la NASA. Se desplegó un operativo interno con una cantidad de monitores que ni yo misma me lo creo.
Por un lado había una pantalla fija monitorizando a la peque.
Por otro lado, un monitor buscando en todos los archivos buscando "ahogamiento", "asfixia", "atragantamiento", etc.
En otro monitor la lupa buscaba "golpes en la cabeza", "desmayo tras golpe" y similares.
Y en el último "espasmo del sollozo" o "espasmo del llanto".
Todo esto multiplicado por ventanas en google, el médico de mi hijo, documentales y artículos leídos tiempo ha...¿Tanto??? Pues sí. No sabía qué leches le pasaba a mi hija. Lo primero que pensé era que al tener comida en la boca se estaba ahogando. Le levanté la cara y le abrí la boca para retirar cualquier resto que quedara. Joder, se sigue sin mover. ¿Y ahora qué?? ¿Y ahora qué?? ¿A lo mejor tiene algo atascado en las vías respiratorias?? La apoyé en mi antebrazo para inclinarla y darle unos golpecitos en la espalda. Nada. Joder. Mi muñeca de trapo seguía sin volver.
Estaba entrando en pánico, así que mientras la neurona navegaba buscando soluciones hice lo que realmente sé que no se debería hacer: sacudirla. Es un bebé de 17 meses, no un cocktel, pero aún así un par de meneos le dí mientras gritaba su nombre sin parar. Mi único consuelo es que hice un cocktel Erika agitado, pero no revuelto. Aun así seguía sin volver en sí.
Mierda. ¿Qué más???? ¿Cuánto tiempo había pasado? Recuerdo haber gritado socorro en mi desesperación. De pronto la neurona me presentó un antídoto que debería funcionar. Corrí hasta el cuarto de baño, abrí el grifo y le eché agua en la cara. Fue instantáneo. No solo volvió en sí, sino que arrancó a llorar con fuerza, haciendo que le volviera el color a la cara. Y yo arranqué a llorar con ella mientras la abrazaba y besaba.
Al poco llegó su padre y me ayudó a ver si había alguna marca en su cabeza y que yo no hubiera visto. Efectivamente el pelo le tapaba lo que empezaba a ser un gran cardenal en la frente. Le echamos aceite de oliva, la calmamos y la dejamos dormir encima de papi.
Todo fue muy rápido y breve, no llegaría a 4-5 minutos. Aunque en esos momentos se hace eterno. Escalofriantemente eterno.
Hay quien me preguntará ¿Y cómo no la llevaste a urgencias si tu bebé se había desmayado? Pues porque en urgencias me hubieran mandado a casa y observar. Y de paso me hubiera traído de mascota a alguno de los mil virus que se alojan en los centros hospitalarios. Y no, gracias. Aunque las manos y mi cuerpo entero tembablan como si fueran gelatina sabía qué signos había que observar que dieran la alarma para ir a urgencias: vómitos, somnolencia, desorientación, hemorragias, movimientos extraños...
De hecho, estoy convencida de que mi hija lo que tuvo fue un espasmo del sollozo sin más. Ahora... el rato que pasé no se lo deseo a nadie. ¿Te has llevado algún susto así?