Con mis primeros dos embarazos tuve problemas con la placenta. Ya al final mis bebés han sido diagnosticados con Restricción de Crecimiento Intrauterino y Oligohidramnios (líquido amniótico bajo).
Con mi tercer embarazo mi médico nos tenía con monitoreo estricto, justamente por si acaso se repita lo mismo que en mis dos embarazos anteriores. De todos, este embarazo ha sido el mejor, no tuve preeclampsia, y parecía que nuevo ñaño iba creciendo perfecto, aún con restricción y todo iba subiendo de a poquito y eso es lo importante, y su líquido amniótico se mantenía en lo bajo pero aún dentro de límites.
A las 35 semanas empezamos a tener un poco de reducción de sus movimientos por lo que empezamos con los monitoreos. Esa semana parecía que iba a nacer, porque sus monitoreos no eran buenos, tenía desaceleraciones aunque con contracciones y no tenía mucha variabilidad en sus latidos. Por esto preparamos sus pulmones y estábamos preparados para que nazca. Sin embargo, parece que el solo quería recordarme que termine de hacer todo para su llegada porque después de unos días de malos monitoreos empezó a tener monitoreos normales, y sus movimientos incrementaron nuevamente. Aún así, seguíamos súper estrictos en los monitoreos por si acaso, pero parecía que nuevo ñaño iba a llegar sin problema a las 39 semanas.
El Miércoles 28 de Febrero, fuimos a nuestro monitoreo, teníamos tres semanales. Luego del monitoreo el doctor pidió revisar los flujos del bebé y nos hicieron un eco. Nos sentamos con el doctor que nos dijo que no le gustaba como estaba el monitoreo del bebé, que estaba sin variaciones y que prefería que nazca ahora a las 38 semanas, ya que el eco mostraba que todos los flujos estaban bien (menos líquido amniótico que estaba bajo ya hace unas semanas y ya no había crecimiento del bebé), a esperar a que algo esté mal para que nazca, que por su experiencia algo le decía que sería mejor que nazca hoy. Me preguntó a que hora comí para planificar mi cesárea.
Ese momento me llegó un shock, ¡no estaba para nada preparada! Aún sabiendo que el nuevo ñaño tenía que nacer y máximo en una semana más, que te digan que nacerá *hoy* fue una gran sorpresa, ¡que miedo!. Entonces le dije que si estaba aún bien en el eco, que hagamos otro monitoreo después de yo comer algo y que seguro estaría bien. El doctor entonces me dijo que no se quedaba tranquilo, que para quedarnos todos tranquilos me vaya al hospital a hacer una prueba de estrés.
Esta es una prueba en donde se provocan contracciones de manera controlada para ver como reacciona el bebé al estrés de las contracciones. Un bebé que su placenta ya no esta funcionando correctamente va a tener desaceleraciones con las contracciones porque la placenta ya no esta proveyendo de oxígeno correctamente. Con esto el doctor se asegura que el bebé esté teniendo suficiente oxígeno de la placenta.
Fuimos a la prueba entonces, ¡y al bebé le fue excelente! No tuvo ninguna desaceleración y el monitoreo era completamente distinto al de la mañana. El doctor se despidió y me pidió que venga al siguiente día porque quería hacer un monitoreo por si acaso. En ese punto yo ya me quedé un poco nerviosa, no entendía porque el bebé en un monitoreo le iba tan bien y en otro no le iba bien, tenía miedo que esté algo mal.
Mientras me explicaban que tenía que estar tranquila ese día por el examen, que esté igual pendiente de las contracciones, mientras me estaban ayudando para irme a la casa, ese momento el bebé tuvo una desaceleración. Un silencio tremendo de todos los médicos y la doctora llamó nuevamente a mi doctor, que por casualidades de la vida se había quedado encerrado en las salas de parto porque no abría su tarjeta y por eso aún no regresaba al consultorio, y enseguida volvió.
El doctor le supervisó un tiempo más y me dijo que no me podía mandar a la casa. Que con una desaceleración post contracción quiere decir que la placenta ya no está funcionando bien y que esto puede poner en riesgo al bebé. Que el bebé nacería hoy mismo, ahora mismo. Sentí un alivio tremendo, sentía y sabía que algo no estaba bien y me sentía culpable de no haber accedido la primera vez que me dijo que pensaba que tenía que nacer hoy, por miedo. Me permitieron llamarle a mi esposo que estaba a unos 40 minutos y que le iban a esperar para que no se pierda el nacimiento, pero que tenía que venir enseguida y me tendrían conectada igual al monitor por si acaso y si habían más desaceleraciones no iban a poder esperar.
Llegó mi esposo una media hora después y mientras el doctor le explicaba lo que sucedió el bebé tuvo otra desaceleración. Ese rato entramos al quirófano para la cirugía.
Es de esas cosas en la vida en que uno no sabe porque pasan, pero no se que hubiese pasado si me iba a la casa ese día. Nunca entenderé porque el bebé tenía monitoreos tan buenos y luego tenía estas desaceleraciones pero estoy tan agradecida que aunque sea a último minuto literal, decidió tener una, como un grito de “¡Estoy listo para nacer!”, y así fue.
El pediatra nos preguntó si tenía nombre, y pues nuestro nuevo ñaño no tenía. Un día hace meses le había dicho a mi esposo que tal Felipe, y me dijo que sí perfecto que le encanta. Habíamos discutido miles de nombres y no accedía a ninguno, entonces me sorprendió su respuesta y me retracté. Pero el se quedó con Felipe en mente siempre, entonces en quirófano, literalmente minutos antes de que nazca, le dije a mi esposo que se llama Felipe.
5:00pm en punto nació Felipe. Pesó 5lb 13oz, enorme a comparación de sus hermanos que pesaron entre 5oz (Sebas) y 7oz (Isa) menos. Midió 45cm igual que Isabela, un centímetro más que Sebas. Tenía un llanto suave, a comparación de su hermano que ni bien afuera su llanto seguro se oía a un kilometro, ni tampoco como su hermana que nació y nunca lloró, asustándole un mundo a su mamá. Espero que sea anticipo a que Felipe será un punto medio entre sus hermanos.
Felipe era perfecto, sano, listo. Fue el primero de los tres que pude coger al nacer y dar de lactar ese momento. Fue el parto más calmado y suave que he tenido.
Ahora los días son largos, larguísimos. Y las noches eternas. Esos días con los recién nacidos que son siempre así, y que después parecen que en realidad fueron días y no meses los que pasamos así, porque se sienten que pasaron volando. Ya con más experiencia sé que hay que saborearlos, que tenemos que parar y oler a nuestros bebés, sostenerlos, acurrucarlos, y disfrutar los días y noches eternos que en realidad se nos pasan volando.