Escribes de vez en cuando en este blog admitiendo que no logras amar a tu hijo. O incluso que lo odias. Lo primero que quiero decirte es que eres increíblemente honesta y valiente al reconocerlo. Si pese a tus dolorosos sentimientos de culpa; si pese a escuchar y leer por todas partes sobre las "buenas" y "malas" madres, sobre las madres amorosas y las madres tóxicas, etc., aún tienes el coraje de asumir tu problema, entonces eres sin duda una gran mujer. Tu corazón sensible e inteligente aún sigue vivo. Y está luchando por amar. Lo segundo que te diré es que no podemos amar a voluntad. Por eso, por mucho que te duela, te aconsejen, te esfuerces, etc., el amor no nacerá de ti. El amor, como la salud, es el fruto natural de un determinado equilibrio de cosas. Por tanto, si quieres amar, necesitas hallar o recuperar dicho equilibrio. Y la única forma de lograrlo es descubriendo y sanando todo aquello (heridas emocionales, conflictos, circunstancias) que, ahora mismo y quizá desde tu infancia, te están impidiendo esa armonía. Si la consigues, amarás. Y no sólo a tu hijo/a, sino a ti misma la primera. Y a la gente y la vida en general.
¿Cómo ponerte a ello? Necesitarás lucidez y coraje (aunque de eso veo que ya tienes). Y también constancia, paciencia, tiempo. Se trata, en definitiva, de localizar y apartar de tu camino, una por una, las piedras principales que obstaculizan tu felicidad. Es un auténtico viaje de autodescubrimiento. Para realizarlo puedes considerar las siguientes pistas:
1. Lee. A Alice Miller, Laura Gutman, Olga Pujadas. Lee todos mis artículos. Busca en internet cuanto puedas hallar sobre el peso irremediable de la infancia y de los conflictos emocionales en las personas y, en particular, sobre las madres. (Y también los padres).
2. Conecta. Contacta con grupos de madres interesadas en la maternidad consciente. Suelen ser muy honestas con sus sentimientos "negativos" hacia sus hijos.
3. Realiza una terapia. Lo anterior te ayudará a comprender la "teoría" de tus problemas, pero no será suficiente. Inicia, pues, una terapia "práctica" de crecimiento emocional. Puede ser individual o grupal, presencial u online.
4. Sé introspectiva. Con o sin terapia, aprende en adelante a observar con atención tu interior. No sólo lo evidente, sino también lo más sutil. Atrévete a llamar a las cosas por su verdadero nombre, sin maquillajes ni falsos "optimismos". Lo más importante lo hallarás casi siempre muy bien camuflado.
5. Halla cómplices. Busca sin descanso personas aliadas, empáticas, muy afines a tus inquietudes. No podrás crecer sin sus apoyos. Y viceversa: aléjate de las personas que, en vez de ofrecerte comprensión y seguridad, más bien refuerzan tus dudas, miedos y sentimientos de culpa.
6. Explórate a fondo. Revisa todos los aspectos de tu vida pasada y actual (familia ascendente y descendente, familia política, infancia, juventud, pareja, trabajo, salud, personalidad, creencias, economía, nacimiento del hijo al que no amas, etc.) que puedan estar causándote estados conscientes o inconscientes de amargura (frustración, dolor, ira, tristeza, soledad, rencor, aburrimiento...).
7. Exprésate. Habla, escribe, pinta, haz teatro, participa en actividades artísticas, etc., pero siempre transmitiendo tu verdadero ser interior (estados de ánimo, sentimientos, experiencias, ideas...).
8. Amplía tu visión. Sal del núcleo familiar. Relaciónate con tus amistades. Conoce gente nueva. Viaja. Intégrate en grupos o proyectos. Infórmate de todo. Expande tu espíritu y tus conocimientos.
9. Salva a tu Niña Interior. Busca y rescata a tu Niña Interior. Dale voz y voto. Permítele ser por fin lo que nunca le dejaron ser. Encaríñate con ella. Devuélvele la libertad.
10. Y si todo lo anterior... te parece demasiado enorme y difícil (porque ciertamente lo es), te reitero el punto 3: ¡realiza una psicoterapia! Como mujer y como madre. Porque sólo un/a terapeuta podrá mostrarte, como un espejo fiel, todo aquello que tú difícilmente verás (tu propia cara oculta, tus verdades y autoengaños más inconscientes). Y sólo él/ella podrá ofrecerte guía, estímulo, apoyo y acompañamiento en tan laberíntica aventura.
Quizá te anime saber, mamá, que si bien amar no es obligatorio y quizá asumiste por error o accidente un compromiso que no deseabas o para el que no estabas preparada, en realidad eres la capitana de un barco. Y tu hijo es tu pasajero/a. Así que la cuestión es: ¿lograrás conducirlo a buen puerto? ¿Podrá la grandeza y belleza de esa misión estimular tu corazón, llenarlo de orgullo y significado, de autoestima y heroísmo? Reitero: no es obligatorio. Pero si lo consigues, ¿puedes imaginar tu alegría sin límites cuando tu hijo/a, ya mayor y sintiéndose orgulloso de ti, te diga "Muchas gracias por todo, mamá. Tú me has conducido sabiamente a través del azaroso mar de la infancia y el tiempo hasta la remota orilla de mi adultez. ¡Y siempre te amaré por ello!"?
Que así sea, valiente lectora. Y que tengáis mucho, muchísimo éxito en vuestra travesía.
José Luis Cano Gil
Psicoterapeuta
Para saber más:
La madre como hija
Amor consciente (Ebook)