La última vez que os escribí fue en Marzo, cuando os contaba en este post que estaba embarazada de cuatro meses y esperando gemelos... así que creo que es justo que continúe con un post más sobre ello, aunque sea el que cierre la que podría haber sido la experiencia más bonita de mi vida.
Muchas de vosotras ya sabéis lo que ha pasado porque os lo conté todo casi al detalle en Instagram, pero para entender mejor este post os recomiendo que empecéis sabiendo y , el peque que sí llegó a nacer y al que perdimos a los dos días de vida.
Cuando supimos que estaba embarazada por partida doble me asusté bastante, por qué negarlo. Fui encontrándome más a gusto con la idea con el paso de los meses, de hecho no había día que no imaginara cómo sería la vida con dos bebés en casa. Tanto se hace una a la idea de lo que va a venir que ahora, que es cuando iba a ser así, el día a día nos patea el estómago muchas veces con muchas pequeñas cosas.
Nos costó cambiar la idea cuando perdimos al primer gemelo. De repente todo lo que teníamos por duplicado ya no nos sería útil y después de 28 semanas imaginando la vida con dos niños teníamos que empezar a imaginarla sólo con uno. Pensad entonces cuánto nos puede costar ahora que, después de casi siete meses de embarazo, tengamos que vivir con el dolor y la tristeza de haber sido padres y volver a casa con las manos tan vacías.
Me habéis dicho varias que parece que lo estoy llevando bien y, en parte, es cierto. La vida sigue y tenemos mucho tiempo por delante para intentar volver a ser padres de nuevo, pero no tener a Eder con nosotros nos hace pasar muy malos ratos. Vivimos como todo el mundo: salimos de casa, hacemos planes, trabajamos, nos reímos... seguimos haciendo todo lo que una pareja hace porque la vida sigue después de todo, pero el día a día nos da de bruces muchas veces también. Los malos ratos llegan cuando salimos y nos cruzamos con carritos y bebés, porque esas personas podríamos ser nosotros hoy mismo. Cuando nos levantamos por las mañanas y el espacio que habíamos destinado en nuestro cuarto a la cuna de Eder está vacío. Cuando el cuerpo -muy listo él que sabe que has sido madre- te pide achuchar a un hijo que no tienes o cuando pasamos por delante de la habitación que con tanta ilusión preparamos para el peque, por poneros algunos ejemplos.
La vida sigue y ahí vamos, pero hay pequeños momentos que nos recuerdan que tenemos un cachito de tristeza y rabia enorme en el corazón que algún día, pasado un tiempo, convertiremos en más amor y cariño por Eder.
En cuanto a mi marido y a mí... estamos más unidos todavía. Podríamos haber tenido peor suerte y no haber sabido entendernos, pero hacemos un buen equipo y nos apoyamos hasta el infinito. Juntos es más fácil.
Sé de sobra que no soy la única persona en el mundo que ha pasado por esto, pero también sé lo duro que es y no quiero que no se sepa. Imaginar la situación duele. Vivirla es otra historia.
Gracias por leer(me).
¡Hasta el próximo post!
Sonya