Lactancia es una palabra que pocas veces he utilizado en mi vocabulario pero recientemente tuve la oportunidad de colaborar con una marca de ropa de lactancia y me abrió los ojos a un tema muy interesante debido al impacto ecológico, económico y emocional que conlleva este acto de amor natural.
Hablando del impacto ecológico, la leche materna no se envasa, no tiene procesos de fabricación ni ningún proceso contaminante, es decir, no contamina en absoluto. Mientras que la leche artificial, en todos sus procesos, se consume combustible, químicos, envasados de materiales contaminantes, además del uso innecesario del agua.
En el aspecto económico…la leche materna es gratuita. Es un recurso natural renovable que convierte la más eficiente proteína de origen animal y vegetal en un alimento de alto contenido energético y balanceado en carbohidratos, proteína y grasas, resultando ideal para el recién nacido. Además de que cuenta con elementos que ayudan a su digestión. Los nutrientes obtenidos los protege de enfermedades, previene la desnutrición y la obesidad.
¿Más beneficios? Creo que el mayor beneficio es el vínculo afectivo que ocurre mientras el bebé es amamantado. Todos los sentidos del infante son trabajados durante esta práctica. La distancia entre la mirada del nene y su madre mientras se amamanta es la distancia perfecta para que el niño pueda mirarla, olerla, tocarla y escucharla. Los bebés necesitan de esa conexión afectiva para desarrollarse sanos tanto emocional como intelectualmente.
Hoy por hoy es más común encontrar prendas cómodas, prácticas, funcionales y además a la moda que se adecuan a lactancia materna, facilitando enormemente esta tarea de amor.
Mientras más nos acerquemos a las prácticas naturales como la lactancia maternal no sólo logramos beneficios momentáneos sino estamos dando una herencia a nuestros descendientes de salud y bienestar.