Cuando el niño comienza a crecer debe existir unas modificaciones en la dieta del bebé. La leche materna o en su defecto, la leche de fórmula adaptada, es el mejor alimento y el único recomendado por los médicos y por la Organización Mundial de la Salud para los primeros meses de vida del bebé.
Y es que en la lactancia materna encuentran todo el alimento necesario para su crecimiento así como defensas contra enfermedades tales como la neumonía, la meningitis, la diabetes o incluso determinados tipos de alergias.
¿Para cuándo los nuevos alimentos?
La Asociación Española de Pediatría sólo recomienda la introducción de nuevos alimentos distintos a la leche materna a partir del sexto mes de vida, ya que considera que el bebé ya puede recibir alimentos sólidos y que ha agotado las reservas de hierro.
Será entonces cuando el niño pueda ir ampliando su alimentación con zumos de fruta, papillas de verdura o sopas, siempre que los nuevos alimentos se incorporen a la dieta cada 3 ó 4 días, de forma que se puedan detectar alergias o intolerancias.En todo caso hay que respetar el apetito del niño. Durante el primer año de vida es preferible ofrecerle primero el pecho y luego los alimentos que complementan la leche materna. Y hay que dejar que el bebé disfrute comiendo e incluso que juegue con los alimentos con sus propios dedos. Es buena idea también que se siente a comer con la familia, de forma que pueda aprender de los mayores.
Frutas y verduras
No existe un calendario establecido sobre el orden de introducción de los nuevos alimentos a la dieta del bebé, por lo que se recomienda atender las indicaciones específicas del pediatra. A pesar de ello, normalmente los primeros alimentos que se incorporan a la dieta del lactante son la fruta y la verdura, ya que son ricas en vitaminas, minerales y fibras.
La papilla de verdura no debe tener, al principio, un sabor muy fuerte, por lo que se suelen evitar las espinacas, la coliflor, la remolacha, el nabo, la col y el apio. Es recomendable, no obstante, utilizar patatas, zanahorias, acelgas, judías verdes, tomate y alcachofas. Todo se debe hervir sin añadir sal y con una cucharada de aceite de oliva. Debido a su bajo contenido en proteínas, al igual que la fruta, se debe administras junto a la leche y otros alimentos ricos en proteínas.
Mejor, las frutas con mucho jugo
Por otro lado, se utilizan en la alimentación del lactante fundamentalmente las frutas jugosas como la naranja, el limón, la pera, la uva o la ciruela. Son frutas ricas en agua, en hidratos de carbono, vitaminas y sales. El zumo de naranja puede introducirse pronto en la alimentación del lactante, puro y sin azúcar. Si el sabor le resulta muy fuerte, se puede sustituir el zumo de naranja por el de mandarina.Las legumbres, por su parte, tienen mayor cantidad de proteínas, por lo que los pediatras y especialistas en nutrición posponen su consumo hasta los diez u once meses. Se deben incorporar poco a poco para evitar la indigestión en el bebé.
Carnes y pescado
Cuando se introducen las verduras, las frutas y los cereales en la dieta del bebé las ingestas de leche y, por lo tanto, de proteínas, se ven reducidas. Es por ello por lo que a partir del séptimo u octavo mes se recomienda añadir carne a la papilla. Al igual que con la verdura, los diferentes tipos de carne se deben in añadiendo de forma gradual.
Así, el pollo será lo primero que pruebe el niño, ya que es una carne fácil de cortar o triturar y fácil de masticar. Seguiremos con el cerdo, que es mucho más jugoso, para pasar al cordero, conejo y, por último, la ternera. Esta última es una carne sabrosa pero hay que retirarle los nervios antes de triturarla. Sobre el cordero hay que destacar que se trata de una carne con gran cantidad de grasa, por lo que no se recomienda abusar de ella.
El pescado, por su parte, no se incorporará a la dieta hasta el noveno mes. Se realizará igualmente de forma gradual comenzando con el pescado blanco (merluza, rape y lenguado). Se recomienda alternar la carne con el pescado y consumirlo 3 ó 4 veces a la semana.
Cereales:
A partir del sexto mes se aconseja el consumo de cereales ya sea en biberón o en papillas. Son una fuente valiosa de energía e hidratos de carbono y muy efectivos para una buena digestión.Antes de los siete meses sólo se deben tomar harinas que no contengan gluten, como el arroz, el maíz o la soja.
Una vez que transcurra ese tiempo se pueden tomar las harinas de diversos cereales como el trigo, la avena o el centeno, que constituyen, junto a las que no tienen gluten, la base de las clásicas papillas dulces. Se recomiendan las de 7 cereales, 8 cereales y miel, y multifrutas. Si el bebé tiene problemas de estreñimiento, la papilla de avena favorecerá las deposiciones.
Huevos
No será hasta los 10 ó 12 meses cuando se introduzca el huevo en la dieta del bebé, ya que aporta gran cantidad de colesterol. No se debe abusar de él, como máximo se debe consumir una o dos veces a la semana. La yema, rica en proteínas, grasa y vitaminas, se tomará en primer lugar.La clara, sin embargo, puede producir reacciones alérgicas o intolerancias si se introduce precozmente, por lo que no se aconseja antes del año.
Leche
La Asociación Española de Pediatría recomienda que los niños tomen al menos medio litro de lácteos al día. Sin embargo, un exceso de leche produce estreñimiento. Los pediatras recomiendan ofrecer el pecho o un biberón al niño después de las papillas de fruta o de verdura, por lo que su alimentación se puede ver complementada si se quedan con hambre. El yogur de leche adaptada se recomienda administrarlo a partir de los 8 ó 9 meses y, el queso, trascurrido el año.
Y así, durante su primer año de vida, el bebé incorpora a su dieta casi todos los alimentos que toman habitualmente los adultos e incluso imita sus costumbres y rutinas a la hora de comerEl objetivo es ir poco a poco con cada nueva comida para que no se produzcan rechazos ni intolerancias. Aunque en el mercado existen potitos y comidas preparadas, los médicos recomiendan realizar las papillas en casa con productos naturales.