Hoy siento que es momento de contar mi historia, ha sido un día duro, pero sabía que los habría y que tenía que estar clara lo que podría encontrar cuando me embarcara en esta barca llamada inmigración y me convirtiera formalmente en una inmigrante.
Hoy tuve que enfrentar una persona totalmente hostil, llena de resentimiento, ese que se alimenta de la soledad y que va anidando en un corazón hasta endurecerlo, sentí su deseo de humillar, de amilanar, de socavar mis fuerzas, y aunque no pude evitar sentir rabia y en cierta forma impotencia, me probé a mí misma y me demostré lo fortalecida que me siento en medio de la adversidad.
Algunas veces encontramos personas que nos causan lástima, la soledad puede hacer estragos en una persona hasta permitir que esa soledad que más que física es del alma, se convierta en mezquindad y que con tan poco pueda hacer tanto, pero no bueno sino malo.
Las palabras ofensivas se sienten cuando salen del alma y se distinguen de las que se dicen en un momento de rabia. Esta persona gritó tan alto, como justificándose o convenciéndose a si misma que tenía la razón. Pero esta experiencia lejos de dañar nuestras ilusiones y nuestros sueños, nos dejan en el alma ese sabor de vino añejado maravilloso que mientras más tiempo pasa en la oscuridad, mejor es su sabor.
Y me pregunto o me digo a mi misma que realmente vine preparada para encontrar mucha mezquindad y mucha miseria humana en un país donde muchas personas vienen buscando el sueño americano pero lamentablemente el verdadero sueño, las verdaderas ilusiones que solo se cristalizan en el seno de una familia, lo han dejado en sus respectivos países para venir aquí y lograr un poco de progreso para ayudar a los que dejaron, lo triste es que lo que dejaron, no lo recuperaran jamás, años de lejanía y de perderse ese maravilloso día a día con sus hijos y lo que consiguieron fue matrimonios rotos y una gran amargura en el alma.
Tristemente son muchas las historias que he escuchado que han roto mi corazón y me confirman una y otra vez que la mejor forma de emigrar es juntos como familia, porque, aunque al principio puede ser duro, nuestros hijos deben conocer esa lucha, y estar claros que nada llega por casualidad, el sacrificio es de todos y los frutos, también lo serán.
En conclusión, la vida da lecciones, queda de nuestra parte aprovecharlas y darles un matiz positivo y constructivo para nuestro crecimiento. De antemano hay que tener fe en la bondad de las personas, tenemos dos manos una da y otra recibe. Tenemos que recibir con agradecimiento y dar si esperar recompensas. No recibir amarguras, humillaciones, odios y cosas negativas por el estilo, y tampoco darlas. Cada uno libra sus propias batallas dentro de sí, un mal día lo tenemos todos, lo importante es saber dejarlo ir. ¡En fin, que 30 segundos de ira no empanen 1 minuto de felicidad!