Desde el viernes pasado soy un poco huérfana al igual que mis miles de hermanos que, como yo, tuvieron la suerte de participar en Aventura 92, hoy la Ruta Queztal. Y es que, Miguel de la Quadra, alma de todo esa aventura, ha emprendido en soledad ese viaje que, algún día, todos haremos. Eligió para marcharse la misma fecha en la que murió Cristobal Colón, un expedicionario como él que le inspiró para crear esa aventura que tanto nos ha marcado a muchos de aquellos que nos embarcamos en ella.
Desde el viernes no he parado de leer todo lo que se ha escrito sobre su persona y, curiosamente, cada testimonio es igual que el anterior, signo inequívoco de que aquello que quiso transmitirnos nos dejó huella.
Miguel era de la idea de que el mejor viaje que podíamos hacer era a nuestro interior para conocernos. Y gracias a esas expediciones que hicimos, cada uno de nosotros pudimos emprender ese viaje tan fundamental a nuestro interior y sacar lo mejor de nosotros. Miguel me animó a creer en mi y en el año 1992, con tan solo 20 años, realicé mi primer evento. Fue un encuentro de expedicionarios en Madrid. Casi 100 personas que estuvimos todas las vacaciones de Semana Santa conociendo la Comunidad de Madrid. Era joven e inexperta, pero Miguel me había dado la mejor herramienta para conseguirlo: la confianza en mi misma.
Son muchas las cosas que le debo: mi gran familia aventurera, millones de recuerdos que me arrancan una sonrisa, mi manera de ser, mi manera de bailar (mal) bachata, salsa y merengue, mi amor por todos los países iberoamericanos y viajar, siempre que puedo, a mi interior para conocerme un poco más.
Durante casi 30 años no me cansé de agradecerle todo lo que hizo por mi. Ahora. como mis compañeros expedicionarios, me toca preservar su legado. Eso si, me quedo con la pena de que Miguel no fuera eterno para que mi hija, al igual que los hijos de mis compañeros, pudiera vivir la misma experiencia que nosotros. Estoy segura de que la aventura continuará impregnada de su espíritu. Pero faltará esa espontaneidad de Miguel que, sin miedo a nada, conseguía lograr cosas casi imposibles en momentos y situaciones impensables, solo porque algo le había inspirado para hacerlo. De él aprendí que los trenes pasan una vez en la vida y que siempre hay que cogerlos.
Gracias Miguel por dejarme subir a ese tren contigo y vivir mi vida de una manera diferente. DEP
¡¡FELIZ MARTES!!