¡Qué barbaridad! Hay gente que esto del estado de alarma se lo ha tomado al pie de la letra y no hace más que alarmar. Que no es un tema baladí, estamos todos de acuerdo. Es doloroso pensar en las miles de familias rotas. Pero eso no es licencia para que los virólogos licenciados por la universidad del oportunismo nos infoxiquen con medidas alarmistas y, en la mayoría de los casos, poco efectivas.
Ayer fui una de los cientos de miles de padres que salió a la calle con su hija. Y mi indignación iba en aumento a cada paso que daba. No por las familias de más de un hijo que decidieron salir juntos a la calle, respetando (o no) los dos metros de distancia entre ellos. Estoy segura de que las autoridades sanitarias contaban con ello porque si las familias están todo el día en casa, ¿qué diferencia había con estar en la calle? El tema iba más bien por el problema de la ocupación de la vía pública.
Mi indignación iba, y va, encaminada a la tortura a la que muchos niños fueron sometidos para salir a dar un paseo al aire libre. Y cuando hablo de tortura me refiero al outfit primavera 2020: colección cápsula Coronavirus. Pequeños equipados con botas, pantalón largo, abrigo hasta el cuello, guantes, mascarilla (de las de tela o quirúrgica que no nos olvidemos que no protegen del contagio sino que dificultan que tú contagies) , gafas de sol y gorra. ¿De verdad que todo es necesario para que nuestros hijos salgan a pasear? ¡Qué imagen más esperpéntica!
Sé que el miedo es libre y que todos tenemos pavor a que nuestros pequeños se contagien. Pero ante eso, lo mejor, es el sentido común y beber de las fuentes autorizadas. Los que saben no se han cansado de repetir por activa y por pasiva que el virus COVID 19 no está en el aire (como puede ser el polen u otro virus). Que respetando las medidas de distanciamiento, la premisa de que los pequeños no toquen nada y lavándose una y otra vez las manos es más que suficiente.
Y ya en casa se abrió otro capítulo: el de la policía de balcón. En menos de una hora me llegaron un montón de imágenes con calles, playas y plazas abarrotadas. Curiosamente, muchos fueron los mensajes y poca la variedad de las fotografías. Que yo no digo que en algunos lugares se fuera de las manos, pero también creo que hay fotos tomadas con un poquito de mala idea. Estoy convencida de que la mayoría de las familias intentaron cumplir con lo pactado: 1 hora, 1 adulto por 3 niños, 1 kilómetro de distancia y 1 vez al día. Pero ya se sabe que la noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que el hombre muerda al perro.
Y volviendo al principio, lo que nos está pasando es que estamos dejando vencer al miedo y la infoxicación frente al sentido común.
Cada uno es libre de hacer lo que quiera siempre y cuando cumpla las normas, ¡faltaría más! Pero solo te pido que pienses una cosa: si dejas a tu hijo salir al balcón, a la terraza o al jardín de tu casa sin protección, ¿por qué no a la calle? Deja que los niños disfruten sin ataduras de su libertad, protegidos sin más de la barrera imaginaria de 2 metros a su alrededor de espacio libre de gente y, por tanto, de virus.