Ahora que se acercan las vacaciones de Semana Santa hay que ir pensando en que recursos tenemos a mano par emplear en el tiempo libre de nuestros niños. En TUMINIYO hemos pensado en aquellos juegos que ocupaban el ocio de muchos papás y muchas mamás hace unos años. Juegos que guardamos en la memoria y que, si los recuperamos, nos pueden hacer pasar un magnífico rato.
Carreras de chapas
Los niños íbamos por los bares buscando chapas de refrescos con las que poder echar el rato. La idea era muy sencilla. Se dibujaba un circuito en el suelo y cada chapa era un corredor. La imaginación las convertía en ciclistas, atletas o pilotos de fórmula uno. Uno a uno los jugadores propinaba un golpe con los dedos a su chapa para que fuera avanzando por el circuito. Si salía de éste, volvía al principio del circuito.
Muchos decorábamos las chapas con los colores de nuestro equipo ciclista favorito. Incluso había quien enceraba la chapa para que se deslizara mejor.
Pizarra magnética
Con esta pizarra podíamos tirarnos horas y horas jugando. Lo bueno que tenía es que podías dibujar sin manchar nada, por lo que las regañinas de mamá se evitaban. Dibujar en este artilugio casi mágico, con un lapiz que no tenía tinta y que, además se borraba sólo… ¡lo dicho, cosa de magia!
Blandiblub
Se trataba de un juguete bastante amorfo, una masa viscosa de color verde. Con ella jugábamos estirándola, lanzándola o simplemente “haciendo guarradas”. Fue un éxito de ventas. ¡No me preguntéis por qué!
Hula-Hoop
Otro juego la mar de sencillo pero adictivo. Un aro de colores que había que hacerle girar sin usar las manos. Sólo golpes de cintura, de cuello o de brazos. Se montaban auténticas competiciones para comprobar quién conseguía “bailarlo” durante más tiempo. Por si fuera poco, el dúo ‘Enrique y Ana’ hicieron una canción que se cantaba mientras se jugaba con el arito
Futbolín
Esto si que era jugar. Los salones recreativos de los barrios acogían interesantísimas competiciones de este “deporte”. Unos muñecos con menos movilidad que los leones de las cortes, ensartados en un hierro que se hacía girar a golpe de muñeca. Esos eran los “futbolistas”.
Pero no sólo en los salones. Los Reyes Magos traían a alguna casa la versión doméstica con la que poder llevar a cabo competiciones familiares.
Cubo de Rubik
Esto si que era un artilugio. Esto si que era adictivo. Consistía en ir desplazando los cuadritos, girando las caras del cubo, hasta que cada cara estuviera marcada sólo de un color. ¡Un auténtico rompecabezas! ¡En la tele salía gente que lo había conseguido! La mayoría de los niños también lo conseguíamos… pero levantando las pegatinas ¡No se lo digas a nadie!
Tetris
Seguimos con juegos adictivos. Aparecieron las primeras consolas. Los bares a los que íbamos con los padres se llenaban de maquinas con un soniquete “soviético” que te atrapaba. Piezas de diferentes formas que iban cayendo y con habilidad había que ir encajando. ¡Que levante la mano el que no estuviera enganchado!
Canicas
Para practicar este juego sólo hacía falta tener unas buenas canicas, bolas de cristal de colores. Consistía en golpear con las tuyas las de tus contrincantes hasta conseguir colarla en un “hoyo”. Llegábamos a tener auténticas colecciones de canicas e intentábamos tener las mejores del barrio.
Waterful
Estos juguetes pertenecen a la década de los 70. Consiste en acertar los anillos en unas varas. El problema es que los anillos y las varas están dentro de un habitáculo lleno de agua y la única forma de lanzar los anillos hacia las varas es haciendo presión con el agua. ¡Al final el cacharro se rompía y se mojaba el sofá, con la consiguiente regañina!
La comba
No se por qué, este juego se asociaba sobre todo a las niñas. Dos jugadores sujetaban la cuerda de cada extremo y la volteaban al ritmo de canciones con soniquetes propios de película de Freddy Krueger. El resto de jugadores tenían que saltar sin tropezar con la cuerda
¿Qué juego recuerdas tú con más cariño? ¿Te atreves a jugar ahora con tus hijos?
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