Los niños necesitan motivación, en realidad todos necesitamos motivación, y sería maravilloso que nos enseñaran cómo lograr esa motivación por nosotros mismos. La necesidad de sentirse motivado es una de esas necesidades que pasa desapercibida y que a veces no tenemos en cuenta. Bueno, en realidad no sabemos que es una necesidad ¿verdad? Pues bien, sentirse motivado es como el agua, el comer o el dormir. La motivación alimenta a los niños en su desarrollo. Cuando enseñamos a los niños a través de la motivación (o a cualquier persona) le estamos dando la oportunidad de desarrollar la percepción sobre sí mismo de “soy capaz, puedo ser útil y puedo influir en lo que me pasa”.
Pero la motivación del niño no depende de nosotros. El objetivo de la motivación debe ser ayudar al niño a descubrir sus habilidades y reconocer sus logros y ser su propia fuente de motivación.
Motivar a un niño es mostrarle nuestro apoyo incondicional, no nuestra aprobación. Motivar a un niño es ayudarle a reconocer sus logros, a darse cuenta de sus avances, a identificar sus fortalezas. Motivar a un niño es darle las gracias, es VERLE DE VERDAD (aquí escribí una reflexión sobre esto) y prestarle atención, es demostrarle que nos damos cuenta de sus aportaciones a través de descripciones sin juicios, es ayudarle a reflexionar sobre lo que piensa sobre sus resultados. La motivación pone el foco en el proceso y en cómo se siente el niño con lo que le ha ocurrido, ha hecho o ha logrado.
La motivación ayuda al niño a saber que confiamos en él, logre o no el resultado esperado. La motivación es el apoyo en lo bueno y en lo malo.
Es sencillo creer que ofrecer motivación a un niño es decirle lo bien que le ha salido un dibujo, lo contentos que estamos por lo bien que se ha portado o qué orgullosos nos sentimos por sus buenas notas. Esto no es motivar, esto son alabanzas, esto es condicionar el comportamiento del niño a lo que nosotros queremos que haga. Y de ese modo lo que hacemos es estimular al niño a que ponga el foco de sus acciones fuera de él. Con la motivación buscamos que el foco lo ponga dentro de sí mismo.
¿Por qué las alabanzas no generan motivación? Pues porque las alabanzas lo que generan a largo plazo es una necesidad de aprobación continua, algo así como una “adicción a la aprobación”. Y esto conduce a depender de la opinión externa. Es muy fácil que los niños relacionen las alabanzas con los buenos resultados o con las cosas perfectas y se pregunten qué pasará el día que no consigan esos resultados o se equivoquen en algo: “¿Dejarán mis padres de quererme?”.
Las alabanzas son una manera de ofrecer un refuerzo positivo, un premio, técnica conductista que se utiliza para lograr que una conducta sea repetida. La alabanza no deja de ser un premio inmaterial, con palabras, y el objetivo es que la conducta “acertada” se repita. Pero ¿qué pasa si el niño no acierta? ¿Se puede alabar un mal resultado? No se puede, y….
…un niño (igual que un adulto) cuándo más ánimo necesita es justo cuándo más se ha equivocado.
Las alabanzas provocan que los niños eviten “correr riesgos”, que desarrollen su creatividad y se esfuercen más, y asumir tareas más difíciles debido al miedo a no lograrlo y a no recibir esa alabanza.Diversos estudios sobre este tema determinan que un alto tanto por ciento de los niños a los que se les alabaron decidieron escoger la tarea más fácil cuando les presentaron varias a escoger como experimento. (Una de estas investigaciones sobre las alabanzas fueron llevadas a cabo por Eddie Brummelman, catedrático de la universidad de Ohio)
La sensibilidad del niño y su propia personalidad hará que las alabanzas le influyan más o menos y también dependerá de la seguridad en sí mismo que tenga. Todos somos únicos y no todo afecta del mismo modo a todas las personas. El sentimiento de capacidad sobre sí mismo que esté desarrollando será una variante más (en éste artículo hable del empoderamiento, un factor muy unido a la motivación y que se retroalimentan el uno al otro).
Lo que está claro es que, a pesar de lo que pueda parecer, las alabanzas no ayudan para nada en la confianza en sí mismo del niño. Lo único que ayuda a que el niño gane en confianza en sí mismo (o mejor dicho, no la pierda, porque creo que los niños nacen confiando plenamente en sí mismos, sin prejuicios ni ideas mentales sobre lo que es confiar en uno mismo, simplemente confían)…como decía, lo único que ayuda a que el niño gane en confianza en sí mismo son las cosas que sea capaz de hacer por sí mismo, la adquisición de autonomía, el sentimiento de ser capaz y útil, el sentimiento de que está bien tal y cómo es con todo lo que siente y hace (aunque se equivoque) y poder tomar decisiones por sí mismo.
¿Todo esto significa que nunca podemos dar una alabanza a un niño? Claro que podemos, pero sin abusar ni exagerar. Las alabanzas podríamos compararlas como el chocolate. Comer de vez en cuando no nos hace daño pero nuestra alimentación no podría basarse en el chocolate.
Antes de terminar quiero diferenciar entre cumplido y alabanza y es que creo que por un tema de lenguaje podemos confundir alabanzas con cumplidos. Yo entiendo que decirle al niño o a la niña:” ¡Qué guapo eres!”, “Hoy estás especialmente bonita”, “Que guapo te has vestido hoy”, “te voy a comer a besos” etc. “sin venir a cuento” es un cumplido, no una alabanza. La cuestión, lo importante reside en la intención con la que decimos esa “frase bonita” (se llame cumplido o se llame alabanza). Si yo le digo a un niño algo bonito porque ha hecho algo que me ha gustado mucho y quiero que lo vuelva a hacer siempre así, y cada vez que el niño come, dibuja, recoge los juguetes o pone la mesa le digo algo bonito para reforzar esa conducta, para premiarla, lo que estaré haciendo es condicionar al niño, estaré propiciando que dependa de mi opinión para evaluar si lo ha hecho bien o mal.
En cambio, si yo le digo algo bonito a un niño sólo por existir, sólo porque me sale del corazón, lo único que estaré haciendo es ofreciéndole una muestra de amor incondicional….Para que el niño vaya poco a poco adaptándose a la sociedad y regulando su comportamiento lo más potente que tenemos es nuestro ejemplo. Confiar en la capacidad del niño, en su maduración, y ofrecerle motivación es lo segundo más potente.
¡Un abrazo fuerte!
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