El año pasado, todas las mañanas tenía un tiempo de reflexión con mis estudiantes al iniciar el día. Durante unos meses, estuvimos leyendo una cartilla llamada El man está vivo, del Padre Alberto Linares, en la que se comparten reflexiones sobre cómo ser una mejores personas, no enfocado a una religión en concreto, sino a valores en general.
La cartilla tenía una oración inicial, una reflexión del día y una tarea para realizar.
Un día la reflexión se centraba en valorar a nuestras familias y como tarea le decía a los niños que se acercaran a sus padres y les comentaran cuanto los querían con un beso y un abrazo.
Una vez que terminábamos la lectura, dejaba un tiempo para que los niños comentaran el contenido. Ese día muchas manos se levantaron y los comentarios que escuché fueron, resumidos, los siguientes:
- mis papás llegan muy tarde de trabajar y ya me tengo que dormir.
- mi mamá no llega tarde, pero se la pasa pegada del computador trabajando y me dice que no la moleste.
- ¿se lo puedo decir a mi nana? Es que con ella es con la que estoy todo el día.
- mi papá siempre está viajando, así que no se lo puedo decir.
En ese entonces era directora de grupo de un grado de primero. Sus comentarios me impresionaron y procedí a escribirle un correo a los papás contándoles lo que ellos habían dicho. Se lo dije a ella y ahora lo comparto en esta reflexión.
Es muy probable que las impresiones de los niños no correspondieran completamente a la realidad, pero esa era la impresión con la que ellos estaban viviendo.
Una de las mamás se acercó a preguntarme qué había dicho su hijo. Él en concreto me había comentado que su mamá llegaba más o menos a las ¡diez de la noche!
Ella me contó que eso no era así, sino que ella había empezado a trabajar y como estaba llegando más o menos a las seis, seguro el niño resentía la diferencia.
Independiente de la hora en que ella llegara, lo cierto era que para él, su mamá ya no estaba presente.
Yo los animé a todos y ahora lo hago con todos lo que leen este blog:
Conversen con sus hijos sobre el tema y pregúntenles cómo se sienten. Evaluen el tiempo que pasan con ellos, no sólo en la cantidad, sino en el tipo de actividades que realizan.
Vean la forma de mostrarle a sus hijos que ustedes sí están presentes. Recuerden que el tiempo que no pasan con ellos, no lo podemos suplir los maestros.