” – Ojalá llueva más y más fuerte para que el avión se estropee y no pueda volar y papa no pueda irse!! Así podremos estar juntos todo el fin de semana!! No quiero que se vaya”….
Así comenzaba nuestro “viaje” al aeropuerto para acompañar hasta allí a mi marido, que iba a coger un avión hasta Tailandia. Pasaría allí 4 días … y mi hijo mayor estaba muy disgustado por la idea de que su padre se fuese de viaje.
” – Ummmm, veo que estás triste…. te entiendo….A mi también me gustaría pasar juntos todo el fin de semana. (Le cojo de la mano y le acaricio). ¿Qué pasaría si ahora el aeropuerto se estropeara por la lluvia y papá no pudiera irse ?
” – Pues que yo estaría contento”.
” – Tu estarías contento por poder estar con papá. No te gusta estar triste….es normal. (Pausa y achuchón en la mano). ¿Y papa cómo se sentiría?
Se produjo una pausa más larga en la conversación….. estaba reflexionando….
“ – Triste…”
Su tono había cambiado, en su voz se podía reconocer que acababa de salir de sí mismo para ponerse en el lugar de su papa. Por un momento había dejado de pensar sólo en él para imaginar las emociones que su padre podría sentir en el hipotético caso de que el vuelo se anulase.
” – Yo también pienso que se sentiría triste…. tu sabes cuánto le gusta a papá entrenar. Este viaje es muy importante para él, ha dedicado mucho tiempo a prepararlo y si ahora el avión no pudiese volar y él no pudiese ir a Tailandia, papá se sentiría desanimado, desilusionado”.
” – ¡Pero es que le voy a echar de menos!” (su voz se quiebra).
” – Lo sé cariño, lo sé. Yo también lo echaré de menos” (le doy un beso en la mano).
Durante la media hora que duró el trayecto siguieron las objeciones, la inquietud, el nerviosismo, el disgusto… y como era inevitable, cuando nos bajamos del coche para despedir a papá, rompió a llorar. De vuelta, el diálogo continuó, ahora ya a solas su hermano, él y yo.
” – Es que lo voy a echar de menos todo el tiempo y lloraré todo el tiempo y encima mañana lloraré en el fútbol.”
Sus palabras sonaban incluso dramáticas… el creía que iba a estar atrapado en ese sentimiento durante los 4 días que iba a durar la separación de papá.
” – Es que es normal que te sientas así y puedes llorar todo lo que necesites. Yo estoy segura que mañana, a la hora del entrenamiento te sentirás mejor. Y también estoy segura que te lo vas a pasar bien este fin de semana.”
Eran las 14:00h, y pasó el resto de la tarde preguntándome y quejándose cada 30 minutos: “¿Y ahora qué estará haciendo papá? ¿Se ha subido ya al avión? ¿Y por qué tiene que coger dos aviones? …¿Aún no ha salido el avión? ¡pues para eso ha tenido que ir tan pronto al aeropuerto! ¡Pues podríamos haber ido más tarde y haber aprovechado más rato para estar con él!”….
El tono de mi hijo al exponer sus sentimientos sonaba desconsiderado, egoísta, dramático, exagerado….todo esto y mucho más, pero detrás de su forma de expresarse existían unas emociones y eso era lo importante. Me centré en no perder esto de vista.
Tuve el máximo de paciencia con él cada vez que se quejaba o preguntaba y descubrimos juntos la oportunidad que esconden las adversidades: Tras cada pregunta aprendíamos algo nuevo: Cuánto tiempo hay que llegar antes al aeropuerto cuando se viaja en avión, que significa “embarcar”, qué países cruzaría el avión, dónde estaba Tailandia…. De paso se le ocurrió investigar dónde estaban las Islas Canarias y porque, si están tan cerca de África pertenecían a España (ni idea de que relación tenía con el tema que nos ocupaba pero como vimos medio mundo en el mapa, le picó la curiosidad). Y, por supuesto, aprendimos muchísimo sobre empatía, emociones y sentimientos.
Cuando los niños se encuentran en situaciones así, nos están expresando sus emociones (con mayor o menor empatía hacía los demás) pero están expresándose y eso es muy importante. Es momento de aprendizajes para todos.
Él, cómo niño, aprende a conocerse a sí mismo, aprende empatía y aprende a superar adversidades…. ¡y mucho, más! ya has visto.
Tu, cómo adulto, puedes aprender a sostener sentimientos de los cuales habitualmente intentamos huir (tristeza, miedo, ira….). Si reflexionas y tomas conciencia, ¿qué haces cuando tu hijo tiene una explosión emocional? Posiblemente intentar apagar el fuego, intentar que tu hijo no sienta lo que está sintiendo y que se le pase cuanto antes. Le consuelas, le presionas, le distraes…. Es muy humano, sentir una emoción intensa a través de ti o de tu hijo es doloroso y el impulso es huir del dolor. Pero, ¿qué pasa cuando no huimos? ¿Qué pasa cuando aceptamos ese sentimiento? ¿Qué pasa cuando dejamos de pelear con lo que ya “ES”?
Pues puedo decirte por mi experiencia que lo único que pasa es que esta emoción se libera, no queda enquistada en nuestro interior, ni escondida debajo de la alfombra y nos sentimos en paz…. Es entonces cuando tenemos la oportunidad de aprender a manejarnos con nuestras emociones.
Cuando no luchamos contra las emociones, éstas simplemente pasan.
¡Un abrazo!
P.D: Si te ha gustado este artículo, ¡te doy las gracias por compartirlo! Si quieres aprender a ver más allá de los momentos de tensión y gestionarlos de modo que se conviertan en grandes momentos de aprendizaje, en el curso Atrévete a educar sin castigar te enseño muchas herramientas respetuosas para lograrlo. ¡Échale un vistazo aquí!
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