El título de este post es la paráfrasis de ese dicho que seguramente han escuchado por ahí que dice: “Todos somos excelentes padres hasta que tenemos hijos” y la verdad para mí no tenía significado alguno hasta que nacieron mis hijos y luego de que mis sobrinos nacieron.
Todo comenzó cuando mi sobrino mayor nació, ya que, sin ninguna mala intención y más bien por querer ayudarla, empecé a juzgar a mi hermana sobre la forma como lo estaba criando, a veces me parecía que lo consentía demasiado o que se dejaba “pisar” por él y lo que es peor, tomaba posición dando ejemplos de cómo debía cuidarlo.
Por supuesto, mi pobre hermana tuvo que escuchar de mi boca el tan desagradable “deberías” o “yo leí que a los niños…” o “cuando yo tenga un hijo bla bla bla” y ya se imaginarán por donde seguía la cosa…muy triste ¿verdad?
Ahora que ha pasado el tiempo y la vida ha dado muchas vueltas, puedo decir sin orgullo y con pena que yo era la típica tía sin hijos que creía saberlo todo en materia de niños que aparecía en un programa que pasaban en Discovery Home & Health, llamado Mamás Sin Manual en el que un familiar de una “x” madre critica o cuestiona cómo la pobre mujer cría al menos a cuatro pilluelos de los 2 a los 12 años, por decir lo menos, y tiene la osadía de decir que él (el familiar e inclusive el padre de las criaturas) lo puede hacer mejor.
Para hacer el cuento corto, en dicho programa la madre se va un fin de semana de spa y dejan al súper “padre, abuela, abuelo, tía, tío o amigo de la familia” a cargo de los muchachitos.
Llegué a ver capítulos donde los criticones después de pasar tres “largos” días a cargo de los niños, terminaban llorando porque se sentían sobrepasados y no podían con los chicos y sus rutinas diarias, se volvían un ocho para preparar una comida y tener que llevarlos al karate, el ballet o la fiesta de té, comprendiendo que la madre tenía razones y motivos para criar a sus hijos de esa manera, y preguntándose cómo podía arreglárselas ella sola y al final, hacerlo bien. Entonces, venía la escena emotiva en la cual pedían perdón a la mamá.
Por supuesto, tuve que convertirme en mamá para comprender a mi hermana y enfrentarme a los retos de la maternidad para darme cuenta de todas las tonterías que le dije a ella. Definitivamente uno es excelente padre hasta que tiene hijos, momento en el que todas las teorías revisadas y los “debería” o “cuando tenga hijos no voy a…” se van al traste frente a esas personitas complejas que nacieron de nosotras.
Por eso, en esto de la maternidad lo mejor es no juzgar. Cada madre y padre hace un gran esfuerzo emocional, económico y afectivo para criar a sus niños de la mejor manera posible.
Que el niño te escupe la sopa y se la cambias por el tetero para que almuerce algo, que está formando un alboroto mientras tú estás echada en el sofá sin darte cuenta del escándalo o que el niño duerme contigo o no duerme contigo: Eso no es problema de nadie, y mucho menos de alguien que no ha tenido que lidiar con niños desde chiquitos.
Menos mal que mi querida hermana tiene un corazón de oro y no me ha sacado en cara mis comentarios infelices de aquellos tiempos, al contario, se ha reído de mí y me ha ayudado un montón, porque ahora que ambas estamos del mismo bando ya sé como es la cosa y esto de ser madre no es tan fácil como se ve desde afuera.
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