Apenas llevamos cuatro días de 2016 y el año ya nos ha dejado a la mamá jefa y a un servidor una lección: Se puede tener resaca sin pillar un pedo ni acostarte a las tantas de la madrugada. Doy fe. El 1 de enero tuve la mayor resaca de mi vida. No me acosté a las 11 de la mañana, como acostumbraba a hacer hace una década. Tampoco me bebí todo lo que cayó en mis manos (apenas un par de cervezas durante la cena), como sucedía también en aquellas nocheviejas con amigos en las que armados con la insolencia de la juventud quemábamos cada minuto de la noche como si fuese el último, como si la vida se nos fuese a desintegrar entre los dedos con el amanecer de un nuevo año. En 2016, con un década más a las espaldas y más horas de sueño perdidas ya con Maramoto que en años y años de noches de fiesta, las resacas llegan al acostarte un poco más tarde de lo normal y pasar una noche en duermevela con continuos despertares a base de gritos y lloros. Pasamos el 1 de enero en el sofá, tirados, dormitando y con la tele en modo acompañamiento. Con un dolor de cabeza que ni una botella entera de Beefeater a palo seco. Sólo la familia Sin Chupete consiguió sacarnos de nuestro letargo. Ellos son una de las cosas más bonitas que nos ha dejado 2015. Uno de los motivos por los que este blog ya ha valido la pena.
De 2015 me quedo con ellos; con la maceta de mi abuelo convertida en libro; con la ilusión puesta en Madresfera Magazine; con la familia Monstruito, que llegó en 2014 a nuestras vidas para quedarse para siempre (la de alegrías que me está dando el blog en forma de personas maravillosas); con el paso por el Congreso de Fedalma, donde de repente perdí el miedo a hablar en público; con las calles de Lisboa, una ciudad que hicimos un poco nuestra y en la que conocimos a Gen y a su preciosa familia; con las cervezas rápidas (¿o ya son Aquarius?) con los amigos de toda una vida en cada escapada a Valencia; con la energía que desprenden mis padres cada fin de semana que disfrutan de Mara; con cada desvirtualización que me ofrece el blog y que pone cara a nombres y comentarios; con cada uno de vosotros, que os pasáis por aquí, leéis mis desvaríos, me acompañáis y hacéis que todo el tiempo invertido aquí tenga sentido. Gracias por vuestro tiempo, vuestra empatía y vuestra comprensión. Gracias de corazón; y de 2015 me quedo sobre todo con Maramoto y con la mamá jefa, porque pese a todo, pese a que la paternidad está siendo un camino mucho más difícil de lo imaginado, pese al agotamiento que se acumula, las rabietas que se solapan una a otra, los gritos, los lloros, las frustraciones y las noches en vela, pese a la falta de tiempo y la sensación de no llegar nunca a nada o de llegar siempre tarde, me considero el hombre más afortunado del mundo por poder vivir mi paternidad junto a ellas.
A los Reyes Magos sólo les voy a pedir este año una cosa: que me rellenen el depósito de paciencia, ése que imagino que todos tenemos en algún lugar de nuestro cuerpo, porque en este 2015 he agotado toda la que había acumulado durante 30 años de vida. Hasta la última gota. Llegué al 31 de diciembre en reserva. Pensaba que con el cambio de año el depósito se llenaba automáticamente, pero visto como empezó 2016 está claro que no me queda otra que recurrir a la magia de sus majestades de Oriente. Paciencia, estimados Melchor, Gaspar y Baltasar. Un camión cisterna de paciencia. Gracias.
Para no perder la tradición de este blog, y tarde (para no variar), me gustaría cerrar este post con un recomendación cinéfila, otra seriéfila, otra musical y otra literaria de un 2015 (mi 2015) en el que he leído y he visto muchas menos pelis y series de lo que me hubiese gustado. La dura vida de padre, ya sabéis. Da la casualidad que casi nada de lo que os voy a recomendar es de 2015. Mi campaña piratería cero y la dura vida de padre (¿ya había hecho referencia a esto?) es lo que tiene:
Una peli: ‘Relatos Salvajes’. Mi debilidad por Ricardo Darín no me deja elegir otra.
Una serie: 2015 es el año en el que por fin he acabado de ver ‘Breaking Bad’. Y ‘Mad Men’. Qué dura es la vida sin Don Draper. Cualquiera de ellas merece estar en el Olimpo de las series, pero os voy a recomendar la primera temporada de ‘Fargo’. Una delicia.
Un disco: A Robe Iniesta y su ‘Lo que aletea en nuestras cabezas’ le ha sobrepasado sobre la bocina en el último mes del año Diego Ojeda y su ‘Amerizaje’. Cualquiera de los dos discos es una garantía de poesía.
Un libro (o tres): ‘En la orilla’, porque en 2015 se nos ha ido Rafael Chirbes y ya no vamos a poder leer más maravillas como ésta; ‘Blitz’, porque David Trueba es un genio de la narrativa; y ‘También esto pasará’, porque Milena Busquets me ha demostrado que si uno es capaz de tragarse los prejuicios puede acabar leyendo joyas como su novela.
Feliz año, familias. No me cansaré de daros las gracias por estar ahí, al otro lado de la pantalla. Os espero también en este 2016.
PD1: Por fin he podido contestaros a los comentarios de los dos últimos posts del año. Más vale tarde que más tarde.
PD2: ¡No os olvidéis de votarme en los premios Madresfera!