Recorriendo el lago Ranco
Ranco es el tercer lago más grande de Chile, y está ubicado en la región de los Ríos (curiosamente, no en la región de los lagos) El lago recibe su nombre del mapudungun Rew–ko, Agua con oleaje
Si quieres, puedes dar la vuelta al lago en un día en coche, pero tiene tantos y tantos rincones que visitar y tantas playas en las que parar, que vas a querer pasar unos días visitando con calma sus playas. Nosotros pasamos pocos días, pero aun así intentamos visitar varias playas, que te fui enseñando por Instagram.
Nuestro recorrido
Nuestro paseo empezó recorriendo Valdivia, a un par de horas de distancia del lago. De Valdivia conocimos el paseo del río, donde encantada me hubiera sentado a pasar el día leyendo un libro y contemplando la vista.
pero también hicimos parada obligatoria en la Cervecería Kuntsmann, cuna de la cerveza local y con comida alemana para reponer fuerzas.
y para bajar el festín, nos fuimos a caminar por el Fuerte Niebla, así hacíamos algo de ejercicio mientras aprendíamos algo de la historia del país.
El fuerte se encuentra localizado en la desembocadura del río Valdivia, situándolo en un punto con vistas privilegiadas.
Después de conocer Valdivia y el fuerte, nos dirigimos al lago Ranco, concretamente a Futrono, uno de los pueblos alrededor del lago. Llegamos cerca del atardecer, y fuimos a ver uno de los embarcaderos, para acercarnos por primera vez al lago:
La calma y el silencio del lugar, nos daba la bienvenida al sur. El pueblo, pequeñito, pero con varios cafés, restaurantes, montones de mini supermercados y hasta una feria artesanal, era perfecto para recorrerlo caminando. Este fue el atardecer que contemplamos el primer día al llegar:
Nosotros decidimos quedarnos a dormir en unas cabañas en Futrono, las Cabañas Lafquintue. Llegamos a ellas por las recomendaciones en booking y porque las fotos prometían unas bonitas vistas del lago. Y así era. Las cabañas eran además muy cómodas y con servicio de limpieza. El exterior era amplio y contaba con juegos para los niños y dos piscinas. Estas eran las vistas al atardecer que teníamos cada tarde.
Para recorrer el lago, al día siguiente, elegimos parar primero cerca de Futrono, en Llifén. La primera playa que visitamos fue mi favorita, la playa de Huequecura.
Fue la primera en la que nos bañamos. El agua estaba taaaan fría, pero al ser un lago era distinto del mar, agua dulce, fresca…asi que logramos bañarnos a pesar de sentir hasta los dedos de los pies congelados. Desde esta playa puede verse un pequeño cerro, que parece una roca que vaya a caerse sobre el lago. Lo increíble de esta zona es que aunque fuimos en pleno verano, que debería ser temporada alta, no había nadie!
En esta playa también nos reencontramos con los que serían nuestros “queridos amigos”, los coriguachos. Los tábanos o coriguachos son, para que nos entendamos, una mezcla entre abeja y moscardón enormes. Tan pesados como las moscas, porque no dejan de revolotearte y posarse encima tuyo, y con picada más dolorosa que la abeja. Aparecen entre finales de Diciembre y finales de Enero. Así que, elegimos mala época para ir. Se ven atraídos por los colores oscurosPorque ahuyentas uno….y llegan 5, así que os podéis imaginar la gracia que hace.
Las playas en esta región son de piedras en vez de arena, lo que dificulta un poco la entrada al agua pero te deja paisajes como el de la foto.
Después de esta playa, nos desviamos hacia otro lago, el Maihue. Camino al lago nos encontramos de turismo por la montaña con las vacas, como os enseñaba y también disfrutamos del relajante sonido del río:
En la playa, en Maihue, también nos bañamos, pero en esta ocasión estuvimos peleando y espantando a los tábanos desde que nos bajamos del coche hasta dentro del agua. Al final, era tal la nube de bichos, que nos tuvimos que volver al coche.
Con todo este paseo ya se había pasado la hora de comer, así que desistimos de dar al vuelta completa al lago, y nos volvimos a Futrono, donde aprovechamos a hacer una comida tardía, o cena temprana, según como se mire. El lugar que encontramos, recomendado por los locales, nos encantó. Se trata del restaurante “De Pellín y Coigüe”, en el que ya habíamos cenado la noche anterior. Comida, exquisita. vistas espectaculares del lago, y atención muy amable.
Después, nos fuimos a pasear por la feria artesanal del pueblo, para terminar disfrutando de los juegos de la cabaña.
Al día siguiente amaneció nublado, que es lo normal en el sur, pero decidimos igualmente ir a conocer y dar la vuelta al lago. Nuestra primera parada fue Riñinahue, mirador que nos dejó fantásticas vistas del lago (la foto del mirador es la portada de este post). Desde el mirador, y probando el zoom de la cámara, encontré un barquito amarrado, pero no conseguí encontrar si pertenecía a alguna casa o sencillamente alguien había encontrado un lugar donde anclar su barco.
Camino a la playa de Riñiñahue pudimos ver unos saltos de agua. En esta playa me hubiera sentado a contemplar el paisaje todo el día, pero nuestros amigos los tábanos estaban particularmente insistentes, y las pequeñas terremoto dijeron que preferían mirar el paisajes desde la ventana…del coche.
Nos desviamos del camino y nos fuimos a conocer el pueblo de Ranco. La playa, la feria, los parques….y ahí empezamos nuestra . En esta playa había menos tábanos así que pudimos jugar tranquilamente por un ratito.
También descubrimos un pequeños restaurante en al cima de la montaña, que nos regalaba una amplia vista del lago. La carta era bien corta, apenas 3 platos, pero la comida era muy buena. El restaurante se trataba de La finca del ranco fogón
Después de comer, seguimos nuestra vuelta por el lago, parando a ver el salto de Pichi Ignao. Por ir distraídos, nos pasamos el desvío del salto y estuvimos una media hora adentrándonos en el bosque…hasta que dimos la vuelta y de salida, encontramos el salto, que merecía la pena.
Y hasta aquí nos dio tiempo de ver en la región de los ríos. Quedamos con gusto a poco, queríamos quedarnos más días, pero a poder ser en época libre de tábanos. Espero que te haya gustado el paseo.