Día del Padre

Ha sido una semana difícil. Como todas las semanas previas al día del padre desde que Mirula empezó a establecer relaciones entre muchas cosas. Y eso empezó hace rato.

Yo sabía que iba a ser mamá soltera desde el día en que me enteré que iba a ser mamá. No puedo hablar de la otra parte, ni mucho menos juzgar, simplemente por eso: la otra parte no soy yo. Cada uno sabe (o no, pero luego lo aprende) sobre las decisiones que va tomando a medida que va creciendo. Mi decisión fue la más hermosa e inteligente. Ya conté en mi primera entrada sobre cómo Mirula cambió mi vida, mi manera de ser; sobre cómo es mi gran maestra y me ayudó a encontrarme. Uno de los momentos más duros de criar sola es cuando se festeja el día del padre.

Cuando Mirula tenía dos años, después de ser invadida por carteles, publicidades en radio y tv sobre los famosos “regalos a Papá en su día” durante toda la semana, antes de irnos a dormir, me llamó y me dijo, simple, a secas, sin preámbulos: “Mamá, ¿yo no tengo papá?”. Yo me esperaba esa pregunta alrededor de los 4, una vez que iniciara el jardín, o con mucha suerte más adelante, cuando se hablara en el colegio sobre cómo llegan los bebés al mundo. Ilusa yo. La pregunta me tomó por sorpresa, mal parada. Hay que tener en cuenta que como toda mamá, me afecta que ella sufra por cualquier cosa, así que en estos días me pongo el traje de mamá fuerte aunque por dentro quiera llorar como cualquier niña de su edad.

Venía pensando la respuesta hace tiempo, ya que Mirula empezó a hablar antes que caminar. Ya me la veía venir. Una vez que pudiera combinar todas las palabras que iba incorporando, las preguntas difíciles iban a ir apareciendo (y en eso seguimos). Cada vez más clara, cada vez más fuerte. Hace oír su voz y lo que piensa. Lo que siente también lo pone en palabras.

En ese momento le contesté que no, que no tenía un papá presente. Porque es la verdad. Si bien tiene un padre biológico, no tiene un papá presente. La figura de padre entendida como tal no está, jamás la vio ni la vivió. Si algo supe de cuando tomé la decisión de seguir adelante sola es que siempre iría con la verdad. No hay peor cosa que la mentira. Primero, porque es breve, finita, tiene principio y fin. Y cuando se descubre la verdad, es doloroso. Segundo, porque es un engaño a uno mismo. Es uno el que miente para mentirse. El resto de las personas en algún momento lo sabrán pero uno, a veces no lo descubre nunca.

Decir la verdad a los chicos desde que nacen les enseña a ser sinceros, y sí, también con ellos mismos. Todo empieza con el ejemplo y es así como voy transitando por estas preguntas.
En ese entonces, no sé si Mirula entendió del todo el concepto. Lo que le quedó era que no, no tenía papá. Acompañé esta declaración de la mano de que no todos tenemos todo, y mucho menos que las familias ideales o “normales”, palabra fea si las hay, no existen. Nuestra familia tiene una conformación así, pequeña en su núcleo y muy grande si lo abrimos. Al lado tiene una abuela que está siempre y un abuelo que a veces, pero está. Tiene tíos postizos que son un encanto. Tíos que miman, abrazan y consienten. Tiene maestras, directivos y un gabinete del jardín que la quieren demasiado, donde el pediatra es su preferido. No es una confidencia esto, es de conocimiento público. Mirula se lo hace saber cada vez que lo ve.

El gabinete del jardín ha sido un refugio y compañero enorme en este sentido. Las puertas de las psicopedagogas siempre está abierta y sus ojos y oídos también. El jardín es como una segunda casa, con gente que yo hubiera elegido si hubiera querido formar un jardín a mi manera. Hablé este tema con ellos y me han dicho que la mejor manera es ir con la verdad, acompañando a Mirula y respondiendo a su tiempo y de manera simple y acorde a su edad. Eso hice y eso hago.

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En estos días estuvimos hablando sobre la posibilidad de ir a saludar a su abuelo para el día del padre. Estalló en lágrimas y me dijo que tenía que ir sólo yo, porque él es su abuelo y mi papá, no de ella. Con mucha tranquilidad, dejé que me explicara aunque me doliera verla llorar. Ella se preguntaba por qué su abuelo era su abuelo y no su papá. Que quería que las cosas fueran al revés, que él fuese mi abuelo y su papá. Una vez que se tranquilizó y como quién no quiere la cosa, cuando caminábamos tranquilas hacia casa le pregunté qué pensaba que hacía un papá, por qué ella quería tener uno. Me dijo que los papás miran fútbol, juegan a la pelota con uno y dan besos y abrazos. Entonces le pregunté “¿Hay alguien que haga eso con vos?”. Lo pensó y me dijo que sí. Nombró a su abuelo, a sus tíos y a su pediatra del jardín. Finalmente esbozó una sonrisa y reafirmó que sí, pero que igual estaba medio aburrida de no tener papá.

Aunque es difícil atravesar estos días rescato muchas cosas. Nadie le hace sentir que ella es distinta. Muchas veces los grandes tenemos miedo de las preguntas de los chicos, pero ellos toman las cosas con muchísima más naturalidad y son más abiertos que nosotros. Para ellos conocer al otro y cómo se conforma su entorno es divertido y las respuestas son naturales.

Todo nuestro alrededor acompaña la decisión de no hacer sentir que nos falta algo, porque con sólo mirar a Mirula se dan cuenta que no le falta nada. Vive la niñez de la mejor manera, con juegos, risas y abrazos.

Desde que nació que vive en un entorno respetuoso por los otros. Le enseño a respetar a las personas, a animarse a conocerlas. Del que es distinto a mí puedo aprender mucho. Creo que es natural en los más pequeños la curiosidad de saber del otro: cómo te llamás, cómo se llaman los miembros de tu familia. Y así, Mirula va incorporando la idea de que hay diferentes tipos de familias, más grandes o más chiquitas, familias sólo con mamá, o sólo con papá, o con dos mamás o dos papás, familias sin hijos, con hijos gatos o perros, con abuela o abuelo, con novio de mamá o novia de papá, familias con mamá y papá juntos… Infinitas combinaciones, todas familias al fin.

Tal vez la angustia en estos días sea más mía que de ella. Es difícil. Ellos son espejos esponjas.

¿Qué haremos este domingo? ¿Qué vamos a festejar? Festejaremos como todos los días que estamos vivas, que reímos y cantamos. Que hablamos de lo que nos pasa con la verdad y que nuestros problemas son desafíos que resolvemos en conjunto. Que está bien estar mal a veces porque después vienen días con más sol, que si hay algo bueno de caerse es levantarse. Festejaremos nuestra familia y nuestros amigos. Y eso no saldrá en ningún medio, ni tendrá promociones de ningún banco pero no importa. Somos una hermosa familia de dos que suma a unos tantos y camina despacio construyendo camino al andar.

Festejaré que cada vez que Mirula dibuja a su familia, nos hace sonriendo, completas, con una abuela que saluda desde la ventana, con cielo celeste y un sol que brilla fuertemente.



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