La diabetes es una enfermedad crónica que se origina cuando —medida varias veces en ayunas— los niveles de azúcar (o glucosa) se mantienen por encima del límite de 110 miligramos por decilitro en sangre. Este desajuste tiene como protagonista la insulina, la hormona que fabrica el páncreas y que se encarga de controlar la cantidad de glucosa que circula por el organismo. Cuando el cuerpo no metaboliza, es decir, no asimila, correctamente la insulina, estos niveles se alteran y eso es lo que da lugar a la enfermedad.
¿Por qué aparece la diabetes en los niños?
Diabetes tipo II en niños No se conocen con exactitud los motivos por los que unas personas resultan diabéticas y otras no. Pero sí se sabe que existe una predisposición previa a padecer la enfermedad que, sumada a los siguientes factores, podrían desencadenarla:
Factor genético: lo que se conoce como herencia. Tener, por ejemplo, un hermano diabético aumenta un 6% las posibilidades de padecer la enfermedad, mientras que en los casos de gemelos la tasa asciende hasta un 50%.
Factor ambiental: una lesión en el páncreas producida por la infección de algunos virus podría ocasionar su desarrollo.
Factor autoinmune: en estos casos es el propio organismo el que produce una lesión en el páncreas y eso da lugar a la diabetes. Pese a lo que pueda pensarse, lo cierto es que la diabetes es más común de lo que se cree; concretamente es la segunda enfermedad crónica más frecuente en edad pediátrica. Las investigaciones más recientes han detectado una mayor predisposición a padecer diabetes en el caso de los bebés prematuros, debido a que estos presentan más probabilidades de desarrollar resistencia a la insulina e intolerancia a la glucosa, dos factores implicados directamente en este trastorno.
Es la diabetes tipo I la que suelen padecer la mayoría de jóvenes y niños (aproximadamente el 90% de todos los casos de esta enfermedad), y se caracteriza porque el páncreas no fabrica insulina. Como consecuencia, se necesitan inyecciones de esta sustancia para regular los niveles de glucosa en sangre y también la adopción de determinadas pautas dietéticas. Seguir estas reglas es la clave para mantener a raya la enfermedad, poder llevar una vida normal y evitar el riesgo de complicaciones, aunque para los pequeños esto no es tan fácil. En realidad conseguirlo es solo cuestión de práctica y ciertas dosis de paciencia, tanto por parte de ellos como de los padres.
No obstante, cada vez hay más niños que presentan diabetes tipo II (la característica del adulto), debido a la epidemia de obesidad infantil y sedentarismo que se está produciendo en los últimos tiempos.
Cómo sospechar que un niño es diabético
Diabetes infantil La diabetes puede detectarse a edades cada vez más tempranas, sobre todo si se dan una serie de síntomas característicos de la enfermedad:
Orinar muy a menudo, sobre todo por la noche.
Mucha hambre y sed.
Pérdida de pesa, debilidad y cansancio.
Visión borrosa.
Si las heridas o cortes no cicatrizan o lo hacen muy lentamente.
Picor o entumecimiento de manos y también de pies.
Infecciones en piel, encías o vejiga. El médico confirma el diagnóstico con un análisis de glucosa en sangre y en la orina. Si notas que tu hijo tiene mucha sed, ganas de orinar, apetito, cansancio generalizado, pérdida de peso y retraso en el crecimiento, acude al médico: estos síntomas pueden indicar la presencia de diabetes.
Una vez diagnosticada la enfermedad, el tratamiento se basa en la administración de insulina varias veces al día. Tanto los profesores como el resto del personal del colegio y de los ámbitos frecuentados por el niño deben estar al tanto de la situación. La clave es controlar los niveles de azúcar en sangre (mediante glucómetros) ya que en niños muy pequeños hay que evitar a toda costa las hipoglucemias (bajadas bruscas de los niveles de azúcar).
El afectado puede hacer una vida prácticamente igual a la de sus compañeros, como quedarse a comer en el colegio, pero con algunas diferencias: es posible que tenga que inyectarse insulina en la escuela y debe seguir unos horarios de alimentación más estrictos. A las tres comidas principales hay que añadir otras tres más (a media mañana, a media tarde y a media noche). Y no debe picotear, sobre todo chuches y bollería procesada.
Hipoglucemia: así hay que actuar
Una bajada de azúcar en sangre se manifiesta con síntomas muy obvios: sudor frío, mareos, temblores, palpitaciones, dificultad para despertarse… En estos casos, hay que poner en marcha lo siguiente:- Darle azúcar o un alimento que lo contenga. Existen también geles azucarados específicos para diabéticos que, aplicados em los labios y las encías, sirven para regular los niveles de glucosa.
- Intenta que esté lo más tranquilo posible, sin realizar ninguna actividad física.
- Si está inconsciente o no responde de forma adecuada a las medidas anteriores, hay que llevarle inmediatamente al hospital.
Cómo ayudar al niño diabético
Es difícil que los niños tomen conciencia de la enfermedad que padecen y, sobre todo, que participen activamente en el control de la misma. Estas son algunas pautas que pueden ayudar a los padres a conseguirlo:Desdramatizar el pinchazo, haciéndole entender de manera sencilla que es algo necesario para reponer en su organismo una sustancia que hará que se sienta muchísimo mejor.
Hablar con sus amigos y compañeros, y explicarles en qué consiste la diabetes de cara a que normalicen la situación del niño diabético.
Enseñar al niño y también a su entorno más inmediato cómo actuar en caso de que aparezca una hipoglucemia.
Puede asistir a fiestas infantiles, siempre que esté mentalizado de que debe limitar al máximo la ingesta de dulce.
Es importante que lleve siempre consigo una tarjeta o placa de identificación en la que se indique que es diabético y cómo actuar si sufre algún percance.
En el caso de los adolescentes, deben tener especial cuidado con la ingesta de alcohol, ya que hace descender de forma brusca los niveles de glucosa. Si pese a ello consume alguna bebida alcohólica, debe hacerlo acompañándola siempre de comida.