He podido comprobar que bastantes familias acuden a los educadores como si fueran niñeros y niñeras. Niñeros y niñeras al que exigirles todo lo que sea posible y más. Y machacarles si en algún momento hacen alguna cosa que a ellos no les gusta o no ven apropiada. Se olvidan completamente que las personas que están en las aulas son profesionales de la educación y que tienen una labor muy importante en el desarrollo íntegro de los niños.
He conocido a educadores infantiles que se han quedado dos horas más de su jornada acompañando a un niño de dos años porque sus padres se iban a retrasar. He presenciado como algún fin de semana y durante su tiempo libre preparaban actividades lúdicas para sus alumnos. He podido ver como una educadora limpiaba con todo el cariño del mundo una herida en la rodilla de un pequeño de casi tres años. He podido escuchar como educadores hablaban por teléfono con padres para preguntar si su hijo había mejorado del catarro o de la infección que tuviera.
He visto a esas personas trabajar en equipo con pedagogos y psicólogos al darse casos de procesos diagnósticos. He visto a educadores infantiles implicarse tanto con las familias de los niños que parecía ser la suya propia. He sido afortunada de ver como estos profesionales abrazaban, jugaban, calmaban y apoyaban a los niños. He presenciado como una educadora, fuera de su horario laboral, acompañaba a los padres de un alumno a urgencias por tener una fiebre muy alta.
Y sin embargo, estoy cansada de escuchar y de leer que la etapa de Educación Infantil no sirve para nada, que los niños únicamente van al centro para que se entretengan y que se vayan adaptando a estar con más gente. Hay educadores que se esfuerzan muchísimo por dar importancia a las emociones, por fomentar la creatividad, la imaginación, el aprendizaje a través del juego.
Ellos se esfuerzan por transmitir valores, incluso valores que tenían que haber sido enseñados por los propios padres. Se dejan la piel intentando crear ideas innovadoras y motivadoras para los niños. Estoy hasta el gorro de escuchar eso de “cualquiera sirve para cuidar a un niño”, y sí, puede que esa gente que lo diga tenga razón, puede que muchas personas no les cueste cuidar un par de horas a un niño pequeño.
Los educadores infantiles no son niñeros, son profesionales de la educación
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Pero, ¿y si hablamos de ser el ejemplo a seguir para muchos pequeños? ¿Y si hablamos de todas las necesidades tanto básicas como educativas que cubren los educadores? ¿Y si hablamos de enseñar autonomía y fomentar el descubrimiento del entorno? ¿Y si hablamos de aplicar las mejores metodologías y adaptarlas a los niños? No, desde luego que no, no todo el mundo puede llegar a ser educador infantil. Ellos comparten momentos inolvidables con los niños, les hablan, les hacen reír, les proporcionan bienestar y tranquilidad y en muchas ocasiones pasan más tiempo con los pequeños que sus padres.
Ellos se preocupan y buscan siempre lo mejor para cada alumno, para cada familia. Y en muchas ocasiones su esfuerzo, motivación y dedicación no son valorados como se merecen. No son valorados como se merecen cuando padres exigentes les acusan de no haber peinado bien a su hija. No son valorados cuando han cambiado el pañal de todos los bebés y en ese momento, cuando llegan los padres de uno en concreto, se hace caca y los critican. No son valorados cuando gran parte de la sociedad, no les toma en serio. Y no son valorados cuando los futbolistas y “periodistas” del corazón son más reconocidos que ellos.
Lo que es cierto, es que ellos tienen una función muy importante en la vida de los niños y en sus familias. Que se implican para que el día a día de los más pequeñas sea el más especial de sus vidas. Que se automotivan para enseñar algo diferente en el aula, que corren como los que más si un niño tiene un accidente en el recreo y que no les importa mancharse de pintura de dedos. Esas son solo algunas cosas que hacen los educadores dentro del aula. Y fuera de ella, tienen que tratar con toda clase de familias. Familias que algunas ocasiones lo único que hacen es criticar, acusar y tratar mal a estos profesionales. ¿De verdad se merecen los educadores infantiles eso? No, desde luego que no.
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