Probablemente hayas estado en la ciudad de la luz. Probablemente hayas comido sus deliciosos macarrons de Ladurée o te hayas empapado de aromas a flores frescas en la tienda Guerlain de los Campos elíseos. Probablemente. Por eso, porque París es una de las ciudades más visitadas de Europa, el de hoy no será un post-guía de la ciudad del amor por excelencia. Si quieres información muy práctica, puedes verla aquí, aquí, aquí y aquí.
Hoy te hablaré del día en que me tropecé con la frutería del señor Collignon, la de Amelie, y me perdí por las calles de Montmartre. Hoy te hablaré de cómo llegué a la Galería Lafayette y entendí el concepto de consumismo elevado a la enésima potencia. Hoy te hablaré de otras cosas de París. ¿Me acompañas?
Empecemos por Eurodisney, visita obligada sin vas con niños a París. No es que lo odie ni nada de eso pero lo cierto es que creo que hay una edad para cada cosa y antes de los tres años, igual no es mejor momento para que tu hijo disfrute del lugar en donde “tus sueños se hacen realidad”, como reza el slogan.
En esta foto aún estábamos sonrientes porque el día pintaba bien. Calor, soleado y no mucha gente a primera hora de la mañana. Eso sí, la alegría nos duró muy poco. Nos cayeron chuzos de punta desde las dos de la tarde hasta la hora de cierre. Y qué queréis que os diga, princesas remojadas y charcos no era mi idea de un Mundo Feliz. Aún así, lo disfrutamos aunque las inmensas colas para ir al baño, para comer, para comprar, para las atracciones, no ayudaron mucho. Un consejo, no vayáis en Agosto y reservad todas las atracciones con anterioridad si no queréis perder el tiempo en las colas.
Pero a parte de Eurodisney, os contaré que uno de los mejores días fue el que pasamos en Montmartre. Un barrio de artistas, de contrastes, de bullicio, música y mucho mucho ambiente callejero. Podemos llegar a él a través de un funicular que nos dejará a pie de la escalinata del Sacré Coeur en donde disfrutaremos de unas de las mejores vistas de París. Y de ahí, al resto. Porque Montmartre es para vivirlo a pie por sus bulliciosas calles.
Las calles adoquinadas de Montmartre y su mercadillo, respiran arte por los cuatro costados. Por eso, si estás pensando en traerte de recuerdo un bonito cuadro al óleo, ese es el lugar en donde podrás comprarlo sin que te sangren los bolsillos.
Abandonamos Montmartre y caminamos por sus cuestas desiertas en dirección a las Galería Lafayette (un buen trecho). Sin embargo, el barrio nos daría una última sorpresa. ¿Os acordáis de Amelie?
Es tan normal que si no es por el cartel de la película que tienen en la entrada, dudo que nos hubiéramos dado cuenta de que era la frutería que regentaba el mismísimo señor Collingnon.
Pero ¿cómo irse de Montmartre sin pasar por el célebre Moulin Rouge? Y allí que nos hicimos la foto de rigor. El Molino rojo es uno de esos sitios que ganan en las fotos. No es más que lo que veis y además, en entorno que lo rodea, no es recomendable si vais no noche.
Y llegamos a Lafayette la mayor superficie comercial del mundo occidental. El máximo exponente del consumismo. Que ¿Porqué? ¿En cuántos sitios habéis estado en los que la gente compre maletas solo para llevar Rolex?
Sí, como te lo estoy contando. Además Lafayette es cutre hasta decir basta. Desconchones en los techos y algunas luces fundidas. Stands colocados sin gracia y mucha, mucha gente sentada en las escaleras cansada de comprar. Como curiosidad os contaré que Lafayette cuenta con varios departamentos de guía al comprador asiático. Los recogen y los llevan por todas las galerías en busca de las mejores marcas. Rolex, Miu miu, Louis Vuitton, Cartier etc.. Y es el único lugar del mundo en donde yo he visto colas de hasta una hora y media para ser atendido en Chanel. Y es que los compradores chinos de Lafayette compran a lo grande. Primero suelen pasarse por el departamento de maletas para después llenarlas de relojes, joyas y bolsos.
Aunque en honor a la verdad, Lafayette tiene la cúpula más bonita que he visto…
¿Volver a París? Sin duda.
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