Desde hace unos años y, probablemente, a consecuencia de la crisis económica que atravesamos desde hace tiempo, el número de divorcios y separaciones ha descendido en al menos un 10%. Podríamos decir que se trata de la cara positiva que nos ha traído esta mala racha, ya que las parejas se dan otra nueva oportunidad, al no tener dinero para separarse. Esto repercute beneficiosamente en los hijos, ¿o no?
En algunos casos, ni las nuevas oportunidad ni la crisis, ni mucho menos nuestros hijos pueden salvar un matrimonio. Por desgracia, algunas personas dejan de entenderse y con más o menos motivos, el divorcio termina por llegar. No debemos asustarnos ni pensar que somos malos padres, pero sí debemos acompañar a nuestros hijos a que entiendan esta nueva situación, ¿sabes cómo afrontarlo?
Qué implica el divorcio o separación
La ruptura de una pareja siempre un momento duro, de mucho estrés y sensaciones negativas, en general. Tanto para quien decide romper, como para quien es abandonado, es un algo muy duro de superar y más si existen hijos dentro de la pareja. Al principio no sabemos cómo afrontar esta situación, la vida cambia totalmente en un abrir y cerrar de ojos, pero es importarse intentar adaptarse para conseguir que no se convierta en un momento traumático para nuestros hijos.
Debemos saber que, en casi todos los casos, existe un periodo de adaptación en el que nos acostumbramos, poco a poco, a la nueva vida. Volver a ser una persona independiente, volver a recuperar el tiempo que antes ocupaba la pareja volver a organizar nuestra vida, en definitiva. Este paso debemos hacerlo en solitario, con el apoyo de todos nuestros familiares y amigos y suele durar unos seis meses, tiempo en el que te sentirás mejor contigo mismo y te iras adaptando.
Qué es lo que más perjudica a los hijos
Lo difícil de las separaciones con hijos, es que a pesar de todo el dolor que sentimos por el hecho que acaba de ocurrir, debemos dejar de lado nuestros sentimientos, para dar prioridad a los de nuestros hijos. En este sentido, debemos pensar qué es lo que más puede perjudicar a los niños de nuestra separación.
Por ejemplo, el hecho de no saber. Para los niños es vital recibir una explicación sobre los motivos de la separación a pesar de que intentemos protegerles al no hablar de ello. No consiste en darles todos los detalles, simplemente hacerles entender el por qué de esta situación. Por supuesto, separarnos no implica abandonar a nuestros hijos, por lo que aquella persona que deba abandonar el domicilio común no puede dejar de lado a los niños, ni dejar de preocuparse sobre ellos.
Algo muy negativo es la típica situación en las que la madre o el padre e incluso ambos hablan mal del contrario. Para el niño son sus padres y ninguno de los dos debe desmerecer al otro, por mucho rencor que sintamos. Por último, es fundamental que los niños tengan su rutina diaria, no pueden sentirse abandonados ante el hecho de la separación. La vida sigue y tenemos que ser fuertes por nuestros pequeños.
Consecuencias del divorcio en los hijos
Los efectos que produce el divorcio en los niños son muy numerosos, sobre todo a nivel emocional. Dependiendo de su edad, les afectan de un modo u otro. Por ejemplo, en el caso de niños entre tres y cinco años, se produce un gran sentimiento de culpabilidad, que les llevará a tomar responsabilidades totalmente imaginarias y fuera de su alcance. Tendrán sobre todo miedo a quedarse solos, ya que para ellos, sus padres son el universo del mundo.
La edad más complicada se concentra entre los seis y doce años. En este momento, los niños se dan cuenta de que hay un problema, que duele, pero no saben reaccionar ante este dolor. Tendrán la esperanza de que sus padres vuelvan a estar juntos y puede que realicen actos que no haga más que complicar las cosas.
Por último, durante la adolescencia, también es algo complicado. Los adolescentes vivirán una etapa de miedo, soledad y culpabilidad y transmitirán toda su preocupación a través de continuas peleas con los padres. Solo nos queda ser pacientes y no desesperar, lo peor es el sentimiento de culpa.
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